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Viernes, 01 de Agosto 2025, 10:32h
Tiempo de lectura: 7 min
Ardern se disculpa efusivamente. Por llegar tarde y por llevar calcetines de colores para la sesión de fotos (un regalo de su marido). La conversación con la ex primera ministra de Nueva Zelanda tiene lugar en la Universidad de Harvard, donde Ardern lleva trabajando casi dos años. Aparece sola, sin jefe de prensa ni equipo.
Esta mujer fue una celebridad. A los 37 años se convirtió en la primera ministra más joven y su rostro apareció en revistas internacionales. Su mandato fue testigo del ataque terrorista a dos mezquitas, una erupción volcánica mortal y la pandemia de coronavirus. Como miembro del Partido Laborista, combatió la pobreza infantil y planeó una prohibición nacional del tabaco. Celebrada como la antítesis del presidente estadounidense Donald Trump –joven, accesible y abiertamente liberal–, lo cierto es que se volvió impopular hacia el final de su segundo mandato: fracasó frente a la pobreza infantil y no arregló la crisis de la vivienda. Además, durante la pandemia sometió a su país a uno de los confinamientos más estrictos del mundo, lo que salvó muchas vidas, pero resintió la economía. En 2023 dimitió. Desde entonces ha guardado silencio. A sus 44 años ha escrito unas memorias cuyo título lo dice todo: A different kind of power ('Una forma distinta de poder').
XLSemanal. Quizá no le haríamos estas preguntas si fuera un hombre, pero su maternidad la hizo famosa.
Jacinda Ardern. Quiero hablar de ello. Quizá otros padres aprendan de mi experiencia.
XL. En 2017 se convirtió en la jefa de Gobierno más joven del mundo. Poco después anunció que esperaba un hijo. ¿Cuándo se enteró de su embarazo?
J.A. En un cuarto de baño. Las elecciones habían sido semanas antes, pero ningún partido tenía mayoría clara, y estábamos en plena negociación. Fui a casa de una amiga para comer, pero estaba demasiado nerviosa. Así que, en lugar de comer, me senté en el baño a esperar el resultado de la prueba de embarazo. Recuerdo mirar mi teléfono y pensar: «Pronto podría estar gobernando un país. Y pronto descubriré si podré hacerlo con un bebé».
XL. La nombraron candidata del Partido Laborista 53 días antes de las elecciones. ¿Sospechaba entonces que podía estar embarazada?
J.A. No. Los médicos nos habían dicho que era improbable sin ayuda médica. Y ya me había sometido a tratamientos de fertilidad, sin éxito. He llegado a viajar con una nevera portátil llena de inyecciones de hormonas. Me decían: «Cuanto más estresada estés, menos probable es que suceda». Y no hubo momento más estresante en mi vida que intentar convertirme en primera ministra. Fue un shock. Pero también pensé: «Es extraordinario. Tienes que contarlo». Pero no pude.
XL. Casi cien días después de asumir el cargo informó al país de su embarazo. Fue la segunda jefa de Gobierno, después de Benazir Bhutto, en Pakistán, en tener un hijo durante su mandato.
J.A. Era un dilema. Por un lado, quería demostrar que se puede tener un hijo durante el mandato, aunque eso implicaba ocultar cosas como las náuseas matutinas durante una transmisión en directo desde el Parlamento. Pero, por otro, no quería dar la imagen de que las mujeres son capaces de todo. Sí, pueden con todo. Pero no sin apoyo. Recibí mucha ayuda. Me tomé la baja por maternidad durante seis semanas y luego mi pareja se encargó del bebé.
XL. Pero pagó un precio.
J.A. Mi hija dijo primero «papá» y luego «hola». Me esforcé en enseñarle a decir «mamá». Justo antes de acostarla se lo susurraba al oído. Algunos pueden pensar que cuando uno hace algo tan importante como dirigir un país no se siente culpable por estar ausente. Pero yo sí. Hoy, sin embargo, lo veo diferente, y esa es la lección que he aprendido. Quiero que mi hija pueda ser madre si quiere, y también cualquier otra cosa con la que pueda soñar.
XL. Como primera ministra alcanzó fama internacional por fotos como la que le sacaron con su hija en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2018. ¿Fue una imagen buscada?
J.A. Para nada. Fue algo práctico. Neve tenía tres meses y la estaba amamantando. Tampoco era en la Asamblea General, sino un evento paralelo en honor de Nelson Mandela.
XL. Podía suponer que iba a haber algún fotógrafo...
J.A. La foto no fue planeada. Pero nunca he intentado ocultar que soy madre.
XL. En su libro describe momentos íntimos, como extraerse la leche en un avión junto al guardaespaldas. ¿Es preciso saber esos detalles?
J.A. Vivimos en una época en la que es fácil deshumanizar a las personas que se dedican a la vida pública, no solo a los políticos, sino en general. Quería mostrar lo que realmente significa liderar.
XL. Escribe que ha luchado contra su propia inseguridad toda su vida. ¿También hoy?
J.A. Absolutamente. Justo esta semana le volví a decir a mi marido: «Ay, compañero, me ha vuelto ese dolor de estómago». Quiero que los jóvenes lo oigan, especialmente las mujeres, y entiendan que pueden lograr mucho más de lo que creen. Asociamos el liderazgo con cualidades como tenacidad o confianza en uno mismo, y durante tiempo yo misma pensé que carecía de ellas.
XL. Ahora vive en Estados Unidos. Donald Trump es presidente de nuevo y Harvard, su empleador, se ha convertido en su blanco. No parece que los votantes anhelen más compasión, sino un «hombre fuerte».
J.A. No estoy de acuerdo. No es casualidad que el primer ministro australiano y el primer ministro canadiense enfatizaran el valor de la amabilidad en sus discursos de victoria. Existen grandes incertidumbres: preocupaciones financieras, disrupción tecnológica... Pero la disyuntiva es explotar esos temores fomentando la división o buscar soluciones reales.
XL. En 2020 fue reelegida con un resultado récord. Entonces llegó la pandemia e impuso uno de los confinamientos más estrictos del mundo. ¿Se arrepiente?
J.A. Tomamos esa decisión para salvar vidas. ¿Por qué arrepentirme? Tuvimos una de las tasas de vacunación más altas del mundo y menos días de confinamiento que muchos otros países. Nuestra esperanza de vida incluso aumentó. Más de veinte mil neozelandeses sobrevivieron gracias a nuestra actuación. Al mismo tiempo, muchos sintieron que su libertad estaba siendo restringida o que habíamos destruido sus vidas. Fue difícil soportar esos extremos. Unos tres mil manifestantes acamparon junto al Parlamento. Algunos con fotos mías en la horca.
XL. A principios de 2023 anunció su dimisión. ¿Qué la llevó a tomar esa decisión?
J.A. No hubo ninguna crisis ni ningún problema nacional. La cuestión era si tenía suficientes reservas para el resto de mi mandato y luego para otro.
XL. ¿Cuándo pensó por primera vez en dimitir?
J.A. Mucho antes. Mi médico me encontró un bulto en el pecho. Podía ser cáncer de mama. Recuerdo que me paré frente al espejo y pensé: «Si tuviera cáncer, podría marcharme». Resultó una falsa alarma y no fue la razón de mi dimisión, pero ese momento se me quedó grabado.
XL. Cuando anunció su decisión, dijo que «no le quedaba suficiente energía» y se le saltaron las lágrimas. Quizá no era lo suficientemente dura para el puesto...
J.A. Si no hubiera sido lo suficientemente firme, habría renunciado tras la primera crisis. O tras la segunda. O la tercera. Pero seguí adelante.
XL. Algunos jefes de Gobierno permanecen en el cargo durante diez años o más.
J.A. Sí, pero se necesita fuerza para reconocer el momento de partir.
XL. La ex primera ministra de Nueva Zelanda, Helen Clark, dijo que usted fue objeto de un nivel de odio y veneno sin precedentes en su país. Su familia recibió amenazas de muerte. ¿Las mujeres sufren más odio?
J.A. Sí, es diferente para las mujeres, y punto.