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La brigada que vigila (y salva) a los suicidas

Una unidad policial única en el mundo

La brigada que vigila (y salva) a los suicidas

Patrulleros de la Red. En el centro, Miriam Poza, jefa de la Sección de Redes de la Unidad Central de Ciberdelincuencia; izquierda, el inspector Óscar Amor, al frente del Grupo de Redes Uno; y la inspectora Virginia García, jefa del Grupo de Redes Dos.

Una chica ha colgado un vídeo en una red social. Dice que se quiere morir y que va a tomar unas pastillas. El mensaje es detectado por la brigada antisuicidios, que pone en marcha un operativo contrarreloj. Asistimos en directo al trabajo de una patrulla digital única en el mundo. Su labor, invisible y urgente, consiste en llegar antes de que sea demasiado tarde.

Viernes, 01 de Agosto 2025, 10:30h

Tiempo de lectura: 5 min

Oficina de la Unidad de Redes, Brigada de Investigación Tecnológica. Complejo policial de Canillas (Madrid). Son las doce y dos minutos del mediodía cuando entra el aviso: Meta, la compañía responsable de Instagram, ha reportado un contenido preocupante. Una chica ha colgado un vídeo a las diez de la mañana. Dice que se quiere morir, va a tomarse unas pastillas.

–¿Desde qué hora está publicado esto?

–Lo subió a las diez. Hace ya dos horas.

Silencio. Miradas rápidas. El tiempo juega en contra. Si ha cumplido lo que ha dicho, podría estar ya inconsciente. O peor. Uno de los agentes abre el expediente. Mete datos en bases abiertas, cruza información. Otra revisa la cara del vídeo. Levanta el teléfono.

–¿A alguien le suena?

A menudo los agentes reconocen a los reincidentes, pero el de esta chica es un rostro nuevo. Tardan poco en dar con su domicilio y número de teléfono. No contesta.

–Llamad a la madre.

–Y que comisionen un Z (vehículo de la Policía Nacional). Llamad ya a la comisaría de Zaragoza.

Una patrulla se dirige al domicilio, en coordinación con el Samur. En la Unidad Central, el equipo sigue conectado. Más tarde confirmarán: llegaron a tiempo y la chica fue trasladada al hospital.

Tardan muy poco en dar con el domicilio de la joven y su número de teléfono. No contesta. "¡Llamad a la madre!"

Desde 2018, la Brigada Central de Investigación Tecnológica de la Policía Nacional mantiene dos equipos especializados que actúan las 24 horas del día para detectar y responder a señales de riesgo de suicidio o autolesión en TikTok, Instagram, WhatsApp e incluso videojuegos como Fortnite. Su labor incluye rastrear mensajes, vídeos o publicaciones en los que usuarios expresan intenciones de quitarse la vida o de autolesionarse, activando protocolos urgentes para tratar de localizarlos y evitar desenlaces fatales.

Es única en el mundo. «Somos la única unidad policial dedicada a localizar y auxiliar a personas que, a través de redes sociales, manifiestan la voluntad del suicidio», cuenta Miriam Poza, jefa de la Sección de Redes de la Unidad Central de Ciberdelincuencia. Entre 2018 y 2024 han gestionado 259 casos; el 36 por ciento protagonizado por menores. «Según fueron entrando casos se vio que era un fenómeno que iba a más y que había que hacerlo de una manera estructurada», añade el inspector Óscar Amor, con más de dos décadas de experiencia, primero en estupefacientes y desde hace once años en ciberdelincuencia. Desde comienzos de 2025 está al frente del Grupo de Redes Uno. Su compañera Virginia García dirige un segundo grupo. Permanecen de guardia en semanas alternas.

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La gran preocupación: llegar a tiempo. Tras recibir el aviso de un intento de suicidio con pastillas, rastrean las redes, localizan a la posible víctima a través de fuentes abiertas o IP y activan a Policía y Emergencias más cercanas. La gran mayoría de las veces llegan a tiempo.

El suicidio es ya la principal causa de muerte externa en adolescentes en España y entre mujeres jóvenes (la segunda contando a toda la población). Las urgencias hospitalarias por intentos de suicidio o autolesiones aumentaron más del 250 por ciento entre 2017 y 2021 en menores de 18 años, según el Observatorio del Suicidio en España. La Fundación ANAR advierte de un incremento del 2900 por ciento en las llamadas que atiende por conductas suicidas y un 775 por ciento en autolesiones. El incremento de suicidios entre jóvenes coincide con los años de mayor penetración de redes sociales.

«Lo que hacemos es lo que llamamos Operación Fin –explica Óscar Amor–. Es decir, la asistencia o el auxilio a personas que anuncian su voluntad suicida. Es una asistencia urgente, no terapéutica». Los equipos están de guardia las 24 horas. Localizan a los usuarios mediante la IP, consultan bases internas, realizan requerimientos de urgencia a las plataformas y activan comisarías o servicios de emergencia.

«Nos dedicamos a investigar todo tipo de delitos a través de redes –explica Virginia García. Casos de ciberataques, estafas on-line, pornografía infantil o delitos contra la privacidad forman parte de su día a día–. Una de nuestras metas es identificar a personas: a gente que ha cometido un delito o que manifiesta una intención suicida. Los métodos para dar con ellas se parecen mucho». Aunque una investigación policial puede demorarse meses. Aquí los tiempos son otros. «Una intervención por intento de suicidio es una cuenta atrás», resume.

En dos ocasiones no llegaron a tiempo. "En una de ellas, cuando vimos la publicación en redes, ya era tarde. En la otra nos quedamos a una manzana. Es duro"

En dos ocasiones, solo dos, a lo largo de estos años, no llegaron a tiempo. «Y una de ellas no cuenta porque la publicación estaba programada para publicarse después. Cuando lo vimos, ya era tarde –explica García–. En el otro nos quedamos a una manzana. Es duro». La profesión da callo para afrontar estas situaciones. «Y los propios compañeros –añade Amor–. Somos 16 personas en la sección y todos nos echamos una mano si se da una situación más complicada. Estamos muy bien arropados».

Monitorizar redes como Instagram o TikTok es imposible. A veces la persona no lo dice de forma clara, pero hay publicaciones del tipo: «Ya no puedo más», «todo estaría mejor sin mí». También imágenes con pastillas o autolesiones. «Hay patrones –explica Amor–. Publicaciones de madrugada, desde la habitación, con ciertos hashtags». ¿Y falsas alarmas? Por supuesto, pero todos los avisos se investigan. El 70 o el 80 por ciento son reales.

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Ponerse en marcha. La inspectora Virginia García (en el centro), jefa del Grupo de Redes Dos, conversa con dos agentes de su equipo en el inicio de una intervención.

Las alertas llegan por distintas vías. Puede ser un usuario que se topa con una publicación alarmante y da el aviso, o directamente las plataformas, que tienen sistemas automatizados para detectar contenidos de riesgo. También a través de la colaboración con organismos internacionales, como Interpol o Europol, cuando los indicios cruzan fronteras.

Así ocurrió hace cinco años, en la Navidad de 2020, cuando una joven belga residente en España compartió en TikTok contenido en el que indicaba su intención de quitarse la vida. La División de Criminalidad Informática de la Policía griega detectó estas publicaciones y activó el protocolo de emergencia. Luego envió la alerta a través de Interpol a la Policía Nacional española. Una vez localizado el domicilio, se alertó a la Policía Local, que acudió en coordinación con servicios sanitarios. La menor fue trasladada al hospital con cortes en ambas muñecas. Apenas otro ejemplo –uno más– de este trabajo silencioso y urgente que realizan desde la Unidad de Redes. Las patrullas antisuicidio que corren para evitar el desenlace fatal. Porque en el mundo digital también se puede escuchar un grito de auxilio. Y a veces, con un clic a tiempo, salvar una vida.

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