Jueves, 14 de Agosto 2025, 11:38h
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Nos dicen ahora que pronto nos pondrán un gorro, provisto de inteligencia artificial, con el que podremos convertir en texto nuestros pensamientos sin necesidad de una interfaz física de escritura. Cabe suponer que, como es costumbre en los proveedores de este tipo de cacharrería, el uso de su dispositivo llevará aparejado el permiso para que el suministrador acceda a todo lo que pensemos y lo utilice luego como mejor le parezca para desarrollar y vender otros productos. Si eso es así, nos acercamos a los límites de la expropiación de lo humano. A cambio de una comodidad que ni Cervantes ni Shakespeare necesitaron para escribir su obra, abriremos las puertas de nuestro interior no sabremos a quién ni para qué. Hasta que todo lo que pensemos carezca de valor, porque sea un simple injerto del sistema al que servimos.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Bastará con mirar al vacío
Acabo de leer que un gorro con inteligencia artificial es capaz de convertir pensamientos en texto. Lo que uno antes murmuraba en la ducha ahora puede terminar en un archivo de Word. Y sin mover un dedo. El sueño de los perezosos y la pesadilla de quienes piensan demasiado. Según cuentan, el invento logra una precisión sorprendente al interpretar nuestras ondas cerebrales. ¿El futuro? Un lugar donde bastará con mirar al vacío para redactar un correo, escribir una novela… o dejar sin secretos al grupo de WhatsApp del trabajo. Ahora bien, ¿estamos preparados para que lo que pensamos se convierta en texto sin pasar por el filtro de «esto mejor no lo digo»? Porque hay pensamientos que ni el gorro debería conocer. Que luego vienen los sustos: uno intenta concentrarse y el aparato escribe «¿qué había en la nevera?» en mitad de una propuesta de presupuesto. Lo bueno es que, de momento, la tecnología aún confunde conceptos. Si estás pensando en «empanada gallega» y el gorro pone «plan de ahorro energético», puede que hasta te asciendan. En tiempos crispados, una noticia así nos viene bien y recuerda que, aunque avancemos rápido, seguimos teniendo derecho a reírnos un poco de todo y de nosotros mismos… mientras podamos seguir pensando en silencio.
Pedro Marín Usón. Zaragoza
Democracia directa
Existe un país donde gobierna el Consejo Federal (siete miem-bros), que representa a los partidos más votados en las elecciones. Durante cuatro años, cada partido es responsable del país durante un año. Y se cambia de presidente, independientemente del número de votos y del color de sus ideas políticas. Es plena democracia. Existe un país donde quien gobierna deberá hacerlo en consenso con los otros partidos. Nos dice el sentido común que es lo mejor. Existe un país donde los grandes proyectos y propuestas de gobierno se someten a referéndum con toda la ciudadanía. (Ej.: la compra de aviones de combate para el Ejército). Y eso implica ir a votar tanto como sea preciso (puede votarse cuatro veces al año). Pero el ciudadano decide. Existe un país de altísima renta per cápita y elevados salarios donde en dos de sus veintiséis cantones sus vecinos se reúnen en la plaza mayor para seguir celebrando votaciones mediante el antiguo procedimiento de 'mano alzada'. Y todos se conocen, se respetan y, al final, celebran el resultado entre cervezas. Mi amigo José, que vive y trabaja en este país, me explica con total normalidad su democracia directa, que los faculta para decidir asuntos importantes. Me impresiona cuando me explica que, en 1992, contra la voluntad del Parlamento, se votó en referéndum 'no' a pertenecer a la Unión Europea. Y hasta hoy. Existe un país con democracia directa que, creo, es el verdadero gobierno del pueblo. ¿Lo imitamos?
Jesús Añaños Vinue. Zaragoza
Sin pudor
Cada día somos más las personas a las que les preocupa la desafección política. Pero si uno ahonda en esta extraña sensación de desamparo que desnorta los principios de los que hemos tenido sueños, quizá perciba que las causas forman parte de un entramado más complejo que termina por erosionar otros espacios vitales que nos resultan más cercanos. Y esto es precisamente lo preocupante. Porque la desafección penetra en las fisuras de nuestro trabajo y en nuestros círculos de referencia provocando fugas de talentos e incesantes goteos de incompetentes sin un mínimo de pudor. La sociedad tiene como reflejo la tendencia, no la decencia. Y con esa normalidad de quien hace lo propio porque es la corriente advenediza del nuevo proceder, se inflan curriculums, se miente como norma de vida y se exige que la verdad sea opinable, porque en la dialéctica del tránsito de ideas el tiempo hace desvanecer la realidad de lo que ahora llaman relato. De este modo se interpretan los acontecimientos a favor de una ideología, se deshumaniza la vida y se alcanzan puestos de responsabilidad con la capacitación de un aficionado y el alma temeraria de quien solamente persigue el poder. Observamos con indignación cómo dirigen entornos públicos gente con fachada respetable capaz de difamar con graves injurias y oscuros desmanes siendo absueltos de todo mal. A sus excelencias se les tiende a eximir de sus merecidas penitencias. Afortunadamente, la honradez, lejos de obedecer al ruido de los elefantes en cacharrería, es silenciosa y obedece al pudor. Es lo que todos los ámbitos públicos necesitan: honestidad, modestia y recato. Y para eso la trayectoria vital de las personas es la brújula que equilibra y garantiza el mandato de la gente que merece nuestros respetos, no de quien no respeta nuestros preceptos. Urge que estos atropellos de mandatos insultantes se profesionalicen con competencia y ejemplaridad. Urge que la ciudadanía tenga la libertad de votar a personas de trayectoria impecable, no a personajes de actuaciones reprobables. Listas abiertas, por favor.
María Portero Santabárbara. Zaragoza
El buzón
Desde la atalaya que me brinda la banqueta de La Bohemia, bar en el que suelo desayunar, puedo contemplarlo a diario. En honor a la verdad diré que no me había fijado mucho en él pese a la cantidad de cafés vertidos y charlas de barra compartidas. Lleva por aquí mucho más tiempo del que llevo yo mismo y, ahora que me fijo en él, he querido rendirle un homenaje ya que está cada vez más solo. No hace mucho se llevaron a su compañera en la calle, la cabina de teléfonos, y se ha quedado más solo si cabe. Hablo del regio buzón de correos, en otro tiempo lugar de infantil peregrinación cuando se acercaban los Reyes Magos. Lugar por el que enamorados y enamoradas deslizaban aquellas cartas empapadas de pasión. Siempre impertérrito a vándalos pseudoartistas poseedores de espráis o rotuladores y a maleducados cánidos que lo toman por un retrete. Antes del siglo de las pantallas, el cuerpo de buzones era la inmensa red que nos permitía estar en contacto entre nosotros por muy larga que fuese la distancia. Esa ilusión al abrir nuestro buzón de casa, ahora solo depositarios de publicidad y multas, y leer la carta de los abuelos felicitando nuestros cumpleaños, o la carta de nuestras parejas conocidas en algún lejano campamento del verano ya agotado prometiéndonos amor eterno. Veíamos ese buzón a lo lejos, con nuestra carta franqueada y totalmente planchada en la mano y se nos iluminaba el rostro pensando que en unos días, dos o tres…. o cuatro, esa persona iba a pasear su mirada por las mismas líneas que tú acababas de escribir. El buzón se convertía en tu mejor amigo, tú mensajero. En cambio, ahora ni lo vemos. Desde estas líneas mi particular homenaje al simple buzón, un simple mueble urbano más, pero que irradiaba ilusión cuando te acercabas con una carta en las manos. Yo no sé ustedes, pero en mi particular colección de trocitos de historia no me importaría tener un buzón de correos.
Daniel Marzo Domínguez. Zaragoza
Olor a decadencia
Camino por el centro de una ciudad española. Demasiadas veces, mientras paseo, un olor profundo a orina parece impregnarlo todo, desagradable, vomitivo. Signo inequívoco de un lugar decadente, sucio, resignado a su propia suciedad. Una suciedad normalizada que nadie limpia, con la que se convive. Reflexionando sobre ese olor ácido, perturbador, pensé que, si la corrupción tuviese olor, sería el olor a orina de una calle sucia, como por la que caminaba en ese momento. Envolviendo la decadencia de una España en la que la corrupción y los corruptos lo están destrozando todo: los valores, las tradiciones, la seguridad en las calles, los recursos del pueblo, las industrias, la naturaleza, la agricultura, la ganadería, la sanidad, la enseñanza, la idea de verdad, la idea de libertad, la moral, el futuro de los jóvenes, la tranquilidad, el creer que un sistema político protege al ciudadano, el creer en la justicia, el creer en las distintas policías... Hoy todo es división y enfrentamiento y falsificación de la verdad. Este es el caladero que interesa al poder, para manipular nuestras mentes y someter nuestra voluntad: el miedo, la mentira, la división y enfrentarnos. Incluso el uso de la fuerza bruta, si el pueblo exige en las calles seguridad o derechos laborales. Sin duda, el olor de la decadencia y la corrupción es el profundo olor a orina que ha penetrado hasta el granito y que agrede sin piedad cuando caminas por estas calles sucias, las calles de una desventurada España llevada frente a un abismo, al que la corrupción, los corruptos y sus cómplices la están arrojando, mientras el pueblo observa resignado, normalizado y aceptando la decadencia mientras se lo están quitando todo.
Luis Maroto Rivero. Correo electrónico
LA CARTA DE LA SEMANA
El 65
Nos reunimos chicos y chicas, tierno eufemismo, nacidos en 1965 para celebrar el aniversario. El ambiente rebosa de tanta alegría que me traslada a mi primera comunión, con el traje a estrenar y la inocencia de mis siete años. Así acudimos los quintos y las quintas al reencuentro, llenos de dulce ilusión y una pizca de nostalgia. Cuántos recuerdos e imágenes dormidas galopan ahora una tras otra. Parece que es hoy cuando corríamos con las bicis por las calles del pueblo y, ya mayorcitas, exprimíamos el tiempo. El mundo por descubrir, que no es poco. El tiempo pasó como pasará este verano, como pasaremos nosotros… Nuestros caminos se separaron hace muchos años y mañana volveremos a separarnos. Pero no encuentro tristeza en ello, sino una hermosa verdad: esta noche que hoy conmemoramos juntos, única y mágica precisamente por fugaz, se apagará y arrastrará con ella momentos felices y eternos que yo guardaré como un divino tesoro.
Isabel Pascual Cebrián. Zaragoza
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