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Alexander Batthyány, el científico que estudia el último chispazo del cerebro

"Cerca de la muerte, las reglas de nuestra mente cambian"

Alzhéimer, ictus... Personas que llevan años padeciendo demencia o con daños neurológicos irreversibles recuperan por un instante la conciencia antes de fallecer. ¿Por qué? ¿Qué nos revela este fenómeno? Hablamos con el investigador Alexander Batthyány, el hombre que más sabe sobre este 'milagro'.

Viernes, 18 de Julio 2025, 11:26h

Tiempo de lectura: 7 min

Es una de las voces más relevantes en el estudio contemporáneo de la mente humana. Alexander Batthyány –director del Instituto Viktor Frankl, en Viena, y del Instituto de Investigación en Psicología de la Universidad Pázmány Péter, de Budapest– explora en su nuevo libro, El umbral (Errata Naturae editores), un fenómeno tan conocido por enfermeros y familiares como ignorado por la ciencia ortodoxa: la lucidez terminal. Una recuperación momentánea de la conciencia y el yo en personas que llevan años sumidas en demencias irreversibles o deterioros neurológicos profundos justo antes de morir.

"Poco antes de morir, estos pacientes recuperan la conciencia, hablan con claridad. Su yo parecía haber desaparecido, pero estaba en alguna parte, aunque no lo viéramos"

El propio Batthyány vivió uno de estos episodios con su abuela. «Todo empezó con un momento muy íntimo. Era estudiante y mi abuela, una mujer muy elegante, había sufrido varios ictus. Ya no se comunicaba, estaba muy deteriorada cognitivamente. Pero, de repente, volvió. Fue completamente inesperado. No lo viví como científico, sino como nieto».

XLSemanal. En el libro menciona otra escena impactante en un hospital de paliativos en Moscú. 

Alexander Batthyány. Fue un punto de inflexión. Acababa de ser nombrado profesor visitante y me encontré con dos hombres moribundos que, en lugar de ser consolados, se consolaban mutuamente. ¡Había una dignidad en ese momento! No quiero romantizar la muerte, pero tengo otro ejemplo que no menciono en el libro.

XL. Cuente, por favor.

A.B. Una madre y una hija muy religiosas. La madre tenía demencia, no podía hablar. Pero en su último día charló con su hija, rezaron juntas, recibió la extremaunción… y pidió una chocolatina. Ese momento lo resume todo. No hay que buscar lo sagrado en otro lugar: a veces está en un simple trozo de chocolate. Fue lo último que hizo antes de morir. Y celebró ese Twix como si fuera un banquete.

XL. ¿Podría definir la lucidez terminal?

A.B. Es el regreso inesperado y momentáneo del yo. Ocurre en personas que han estado profundamente deterioradas –por demencia, ictus, tumores–, que llevan meses o años sin hablar, sin reconocer, sin reaccionar incluso… y que, poco antes de morir, recuperan la conciencia, la memoria y la capacidad de comunicarse. Reconocen a sus familiares, hablan con claridad, a veces dan instrucciones, se despiden. Luego se duermen… y fallecen.

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Lucidez terminal. El biólogo Michael Nahm y el psiquiatra Bruce Greyson acuñaron este término en 2009, pero fue Alexander Batthyány (arriba en su despacho), en 2023, quien realizó el primer gran estudio con cientos de casos recopilados y análisis científico de experiencias cercanas a la muerte.

XL. Entonces, ¿qué ocurre con el yo? ¿Dónde está mientras tanto?

A.B. Desde fuera parece haber desaparecido. Pero si reaparece es que estuvo en alguna parte. Es como alguien que se sumerge en un lago turbio y resurge al otro lado. Estaba ahí, pero no lo veíamos.

XL. ¿Es algo frecuente?

A.B. Depende de a quién se le pregunte. Las enfermeras dicen que lo ven en un 20 por ciento de los casos. Los médicos hablan de entre un 1 y un 5 por ciento. Nosotros estamos haciendo un estudio a gran escala. Llevamos 400 casos recogidos, pero puede haber miles.

XL. Si es tan conocida por cuidadores y familiares, ¿por qué la lucidez terminal se ha estudiado tan poco?

A.B. Antiguamente se documentaban más estos casos, pero luego se impuso un estilo más técnico de la medicina y, además, no había ni siquiera un término para describirlo. ¿Cómo escribir sobre algo que no tiene nombre? Pero, al publicar sobre ello, empezaron a llegarme correos de médicos que me decían «yo también lo he visto». Cuando les preguntaba si lo habían registrado en los historiales clínicos, me respondían que no sabían cómo expresarlo. Era un fenómeno sin palabras.

"Cuando hablamos con personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte, muchas dicen que ya no tienen miedo"

XL. ¿Cómo es posible esa lucidez si el cerebro está dañado irreversiblemente?

A.B. Ahí entramos en el terreno de las hipótesis. Sabemos que el deterioro neurológico suele ser irreversible. La ciencia materialista lo explica muy bien: la mente depende del cerebro. Pero luego aparece este fenómeno que grita literalmente: «no siempre». Es un desafío. Porque, si el cerebro está destruido, ¿cómo reaparece el yo?

XL. ¿Cómo?

A.B. No lo sabemos. Estamos en los inicios de esta investigación. Pero hay un concepto útil que viene de la física: las condiciones límite. En nuestra vida cotidiana, la mente depende del cerebro, pero cerca de la muerte –como en la física cuántica– quizá las leyes cambian. Tal vez la muerte sea una de esas condiciones frontera donde la relación mente-cerebro ya no funciona como esperamos.

XL. ¿Contradice el paradigma de que estos daños sean irrecuperables?

A.B. Piensa en una radio averiada. El hecho de que una radio esté rota no significa que la señal haya desaparecido. Solo que ya no puede reproducirla. Lo mismo podría ocurrir con la conciencia en un cerebro gravemente dañado: la señal sigue presente, aunque el aparato no la emita. En algunos casos de lucidez terminal quizá haya una última chispa en la conexión y la señal vuelve a escucharse por un instante. Estas manifestaciones podrían implicar el uso de vías neuronales alternativas. Si se confirman científicamente, estos episodios exigirían una reevaluación profunda de nuestras suposiciones más arraigadas sobre la irreversibilidad del deterioro cognitivo en demencias avanzadas.

XL. ¿Y hay alguna región cerebral específica que se active en estos episodios?

A.B. Lo dudo. Hemos documentado lucidez terminal en demencias, ictus, tumores cerebrales… Y los episodios se parecen mucho. No parece haber un área concreta implicada. Tampoco hemos tenido aún un caso así bajo un escáner lamentablemente.

XL. En su libro critica la reducción del ser humano a un conjunto de procesos neuronales. 

A.B. No tengo nada contra la ciencia moderna, formo parte de ella. Pero el materialismo es una postura filosófica, no una certeza empírica. No podemos demostrar que todo es materia.

"Los que trabajan en cuidados paliativos conocen bien este fenómeno. Lo ven cada día. Pero fuera de ese entorno cuesta hablar de ello"

XL. ¿Y cómo seguimos investigando algo que la ciencia convencional no puede explicar del todo?

A.B. Con humildad. Es un campo lleno de incógnitas. Quizá dentro de veinte años miremos atrás y pensemos: «Vaya, qué ingenuos éramos». Todavía hay misterios por explorar.

XL. ¿Esto podría aliviar el miedo a la muerte?

A.B. Lo espero. Cuando hablamos con personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte, muchas dicen que ya no tienen miedo. Una mujer me dijo que desde entonces ha estado «nostálgica del cielo» durante cuarenta años. Hay una belleza trágica en esos momentos, una intensidad que también vemos al principio de la vida, en un parto. Esa vulnerabilidad es profundamente humana.

XL. ¿Cómo se vive esto en el ámbito médico?

A.B. En cuidados paliativos, muchos conocen bien este fenómeno. Lo ven cada día. Pero fuera de ese entorno aún cuesta hablar de ello.

XL. ¿Sobremedicalizamos la muerte?

A.B. Depende mucho del país, incluso del hospital. Hay sitios donde se medica en exceso porque es más fácil manejar a los pacientes sedados. Pero también se ha avanzado mucho: hoy podemos prometer a alguien que no morirá con dolor físico. Eso ya es un alivio enorme. Y también se puede prometer: no te dejaremos solo, salvo que quieras estarlo.

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