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Viernes, 15 de Marzo 2024, 09:40h
Tiempo de lectura: 4 min
Yo fui el camello de Keith Richards», así encabezaba su biografía Tony Sánchez en 1979, cuando intentaba sacar rédito de su convivencia con los Rolling Stones durante casi una década, al principio de lo que iba a ser una legendaria carrera musical. En el libro hablaba de la adicción de Keith Richards a la heroína, de Mick Jagger a la cocaína y de Brian Jones a todo lo que estuviese disponible.
A pesar de sus revelaciones, el libro no causó gran escándalo; quizá porque no desvelaba nada que no se supiese. Sobre Tony, en cambio, sigue sin saberse mucho más de lo que él narró de sí mismo. «No soy 'camello', pero había trabajado en el Soho, primero como portero de discoteca, luego como crupier, así que sabía adónde ir para conseguir cualquier cosa, ya fuera una bolsa de hierba o una metralleta Thompson. La gente del mundillo del rock me usaba como intermediario en sus flirteos con el submundo londinense. Aunque tenía miedo de que aquello acabara por causarme problemas, era lo suficientemente joven y alucinaba tanto con los famosos que creía que merecía la pena correr el riesgo con tal de ser amigo de gente como Brian Jones».
Logró, sin duda, convertirse en amigo de Jones, pero sobre todo intimó con Keith Richards, que fue quien le puso el apodo de 'Spanish Tony', por su ascendencia española, aunque él había nacido en Inglaterra. A Richards no solo le facilitaba drogas, sino que lo sacaba de innumerables apuros, cada vez que estrellaba el coche (lo que sucedía a menudo) o tenía que negociar con policías para manipular la evidencia de las drogas que transportaba y consumía... Tony también era el encargado de consolar a las mujeres de los Stones –Marianne Faithfull o Anita Pallenberg– cuando ellos desaparecían.
Durante diez años, Tony viajó con ellos a todas partes, pero, según él, se distanció de la banda cuando decidió dejar los estupefacientes tras la muerte por sobredosis de su novia.
Las revelaciones de Tony enfurecieron a Richards, pero parece ser que años después lo perdonó. El guitarrista incluso recoge detalles del libro de Tony (que en realidad escribió un periodista a partir de los cotilleos que le contaba el 'camello') en su propia autobiografía, Vida.
En aquel libro, Tony ya publicó algunas de las fotos que tomó a los Rolling Stones. Pero nadie se preguntó si había más material inédito. Los negativos estuvieron en un desván durante años. No fue hasta la muerte de Tony, en 2000, cuando alguien se molestó en ir a buscarlos.
Tony tuvo un hijo, Steven Domínguez, que no lleva su apellido, sino el de sus abuelos, quienes le hicieron creer que Tony era en realidad su hermano. Steven nunca les contó a sus dos hijos que su abuelo había tenido una intensa relación con los Rolling Stones y que había dejado cientos de negativos sin revelar. Al descubrirlo, los nietos vieron el potencial negocio.
Las fotos no pasarán a la historia por su calidad técnica, pero sí por lo que muestran y, sobre todo, porque son inéditas, algo que cotiza en el mercado de los fans. Ahora, 28 de esas imágenes se exponen para su venta en Londres, en la J/M Gallery. El precio oscila entre las 1200 y las 4500 libras. La exposición no esconde lo que vende, desde su propio título: Elegantly wasted ('elegantemente colocados').