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Sonia Guajajara La primera ministra indígena de Brasil: «Hay que reforestar las cabezas»

Es, desde enero, la primera ministra Indígena de Brasil. Para la revista Time, una de las cien personas más influyentes del mundo. ¿Quién es esta mujer llamada a salvar el Amazonas y, de paso, el planeta entero?

Viernes, 27 de Octubre 2023, 11:22h

Tiempo de lectura: 7 min

Una mujer de corta estatura con una corona de plumas de papagayo en la cabeza toma la palabra en el Parlamento de Brasil. Es Sonia Guajajara, que desde enero está al frente del primer ministerio indígena en la historia del país. Esta mujer mira sonriente a una sala que hoy está ocupada por cientos de mujeres. Muchas de ellas no llevan más vestido que los dibujos trazados sobre su cuerpo.

«Guerreiras, ha sido un largo camino el que nos ha traído hasta aquí», dice Guajajara, y no se refiere a los días en barca o autobús que han dejado atrás estas mujeres para llegar a la capital, sino a que por primera vez están en el centro del poder con voz propia, no como elemento exótico con sus arcos y flechas.

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Dolor y gloria. A la izquierda: tala ilegal en el Amazonas. A la derecha: Guajajara recibe un galardón de la mano de Leonardo DiCaprio.| Getty Images.

Sonia Guajajara fue elegida el año pasado por la revista Time una de las cien personas más influyentes del mundo. De esta activista, que dejó su pueblo a los 12 años para trabajar como niñera, se espera no solo que salve las culturas de más de trescientos pueblos indígenas del Brasil, sino que salve al planeta entero. Por primera vez, los intereses de los indígenas coinciden con parte de eso que se llama 'mundo civilizado'. Mientras los indígenas exigen que se ponga freno a un sistema económico que destroza sus hábitats, en el resto del mundo crece la conciencia de que salvar la selva amazónica es fundamental en la lucha contra el calentamiento global. Ahora, proteger a los indígenas es proteger el clima.

Brasil está dejando atrás varios años de pura distopía, en los que el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro hizo todo lo posible para abrir los territorios indígenas a los criadores de ganado, las empresas madereras o los buscadores de oro.

Sonia dejó su poblado a los 12 años para ir al colegio. Trabajaba de niñera a cambio de cama y comida

Esta lucha por la selva y sus riquezas es uno de los conflictos más antiguos de la historia brasileña. Cuando los generales que gobernaban el país en los años setenta ordenaron la construcción de la Transamazónica, miles de kilómetros de carretera a través de la selva, recurrieron a un eslogan muy sugerente para atraer colonos a la región: «Tierra sin gente para gente sin tierra». Pero lo cierto es que en esa tierra habitaba gente.

La voz del pueblo

El éxito de los movimientos de resistencia llegó en 1988, con el final de la dictadura militar, cuando Brasil se dio una Constitución que reconocía a los indígenas el derecho a vivir dentro de sus territorios tradicionales sin ser molestados. A partir de ese momento, el Estado empezó a 'demarcar' cientos de zonas protegidas, es decir, trazó líneas fronterizas basadas en informes antropológicos. En la actualidad sigue habiendo más de doscientos de estos procesos en espera de resolución. Muchos de ellos quedaron congelados durante el mandato de Bolsonaro o están atascados judicialmente tras ser recurridos por los grandes terratenientes.

Cuando fue nombrada ministra por Luiz Inácio Lula da Silva, el nuevo presidente, Guajajara recordó un viaje que hizo con 17 años a su aldea natal. Al llegar a su casa, una de sus tías –líder espiritual del poblado– tenía dos regalos para ella: un collar y una sonaja con la que debía hacerse oír. «Serás la voz de nuestro pueblo», le dijo.

Por primera vez, los intereses indígenas coinciden con los de Occidente. Protegerlos a ellos es proteger el clima

Ya han pasado nueve meses desde que se hizo cargo del ministerio. «Sabemos que no va a ser fácil revertir 522 años en solo cuatro», nos dice en su despacho, al tiempo que reconoce que los blancos de la capital la siguen viendo como si no fuese mayor de edad. En marzo, durante uno de los actos previos a la entrega de los Oscar, recibió de manos de Leonardo DiCaprio el premio The Healer por su labor en la protección de las selvas. Siguieron reuniones de Naciones Unidas y cenas en residencias de senadores que, dice, aceptó a pesar de las miradas displicentes porque todas las conversaciones esconden la posibilidad de concienciar, «de reforestar las cabezas», como le gusta decir.

Guajajara y su equipo ya han reconocido oficialmente los territorios de ocho tribus. Y de aquí a diciembre tenían previsto sumar otros seis, pero la Cámara de los Diputados, en la que el lobby agrario tiene la mayoría, no ha tardado en reaccionar y les han arrebatado esa competencia. El lobby también pretende que solo puedan reclamar terrenos las tribus que prueben que los habitaban en 1988, cuando se aprobó la Constitución.

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Bajo sospecha. Muchos indígenas dudan de la intenciones del presidente Lula da Silva.| Getty Images.

«Lo que se avecina es un caos total», dice Sonia. Si el Senado refrendara esta ley, será una injusticia histórica, añade: «Muchos pueblos fueron expulsados antes de esa fecha».

Respirar hondo

En el Congreso, una diputada pregunta con tono cortante qué absurdo es eso de que se asignen 360.000 hectáreas para solo 60 personas. ¿Qué va a pasar con los doscientos grandes cultivadores que trabajan en la región? ¿Qué va a pasar con los puestos de trabajo?

El espíritu de Bolsonaro flota en la sala. Otro de los presentes pregunta qué sentido tiene estar trazando fronteras eternamente, el Estado podría dedicar ese dinero a invertir en los pueblos indígenas, en darles tractores o escuelas.

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El cuento preferido de Sonia. «¿Conoces el cuento del pescador indio? Ese en donde hay un indio pescando a la orilla del río y llega un blanco y le dice: 'Pescas muy bien. Venderemos lo que captures. Así haremos un montón de dinero y podremos comprar un barco pesquero. Con él ganaremos todavía más y podremos comprar más barcos para alquilarlos y que otros pesquen por nosotros. Así podremos quedarnos tranquilos aquí, solo pescando'. Y el indio responde: 'Pero ¿para qué voy a hacer todo eso? Yo ya estoy pescando aquí tranquilo'. Esta historia me encanta. Lo explica todo».| Getty Images.

La ministra Guajajara respira hondo. Hubo un tiempo en que este tipo de razonamientos le hacían perder la paciencia. Hoy sonríe y responde con tono burlón que sus señorías pueden quedarse tranquilos, que los indígenas no van a reclamar sus derechos sobre la playa de Ipanema.

Pero ¿es realista pensar que en un sistema capitalista pueda haber lugares en los que cuenten criterios que no sean el de la productividad? ¿Qué nivel de desigualdad puede soportar un país? ¿Qué valor tiene la promesa de Lula de reducir a cero la deforestación para 2030 si al mismo tiempo sueña con perforar en busca de petróleo en el delta del Amazonas?

Muchos indígenas dudan de que para el antiguo líder sindical y hoy presidente los árboles sean más importantes que las explotaciones agrarias, madereras o mineras. Por eso, cientos de ellos han venido hasta la capital, a la tercera marcha de protesta de mujeres indígenas. Las hermanas de Sonia, sus sobrinos y uno de sus hijos se han unido a la marcha. Todos han viajado desde su territorio, una región en la periferia del Amazonas llamada Araribóia. Soraia, hermana de Sonia, cuenta que su padre es un blanco analfabeto que cultivaba un pequeño campo de maíz y mandioca. Su madre, una guajajara, tuvo el primero de sus ocho hijos a los 14 años. «Pasamos nuestra infancia en los campos –dice Soraia–, pero Sonia nunca se conformó con esa vida. Ella se imaginaba su futuro de otra manera».

En primera línea

Dejó atrás a su familia con 12 años para ir a un colegio en la ciudad. En sus horas libres cuidaba niños a cambio de cama y comida. Cuando cumplió los 15, entró en un internado católico que le financió la Fundación Nacional del Indio, una institución dedicada a ayudar a los indígenas. Guajajara dice que fue en aquellos años cuando se dio cuenta de que los libros de los blancos contaban una historia distinta, una historia que no era la suya.

Decidió renunciar al apellido de su padre y lo sustituyó por el de su pueblo. Era su forma de reclamar una cultura que durante mucho tiempo le había estado vedada, entre otros motivos porque en casa no se hablaba tupi como sus antepasados, sino portugués.

La activista brasileña fue reconocida por la revista 'Time' como una de las cien personas más influyentes del año 2022

El progresivo desarrollo de una identidad indígena, los prejuicios que percibió durante mucho tiempo en los activistas con los que compartía causa porque su padre era blanco, sus intentos de combatirlos haciendo siempre más que los demás… todo eso forma parte del largo camino que ha recorrido Sonia Guajajara hasta llegar al ministerio.

Hoy, la política indígena ocupa la primera fila de la marcha de protesta que avanza al ritmo de los tambores. Cuando llegan a la plaza del Congreso, Guajajara toma un micrófono y vuelve a recurrir a su metáfora favorita: «Tenemos que ser más para poder reforestar las cabezas en este lugar».

Sus palabras parecen desvanecerse arrastradas por el viento, pero pocos días más tarde las semillas empiezan a brotar: en una sentencia que sienta jurisprudencia, el Tribunal Supremo dicta que vincular las demarcaciones a una fecha establecida de forma arbitraria no se ajusta al espíritu de la Constitución.


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