
La revelación de una filmación inédita
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La revelación de una filmación inédita
Domingo, 14 de Noviembre 2021
Tiempo de lectura: 10 min
Ponen en tus manos cincuenta y seis horas de imágenes inéditas de los Beatles y tus ojos brillan. Sudor, nervios, incontenible excitación. Eres Peter Jackson, cineasta megalómano, amante de grandes retos cinematográficos y, por encima de todo, fan acérrimo de los Beatles. ¿Qué puedes hacer? Lo primero, visionarlo todo. Dos veces. Después, sumergirte en un trabajo de edición descomunal para convertir todo ese maremágnum en un documental de seis horas. Dividido en tres entregas, con la inclusión al completo de su último concierto sobre la azotea de las oficinas de Apple Records, Get back (estreno en Disney+ el 25 de noviembre) le da la vuelta a una historia que lleva contándose desde hace medio siglo: la del abrupto final de los cuatro de Liverpool.
Beatlemaniacos del mundo llevaban esperando ver este material desde el 13 de mayo de 1970, día en que se estrenó la película Let it be; «una íntima experiencia 'bioscópica' con los Beatles», anunciaba el cartel promocional. Lanzado tras la disolución del grupo –oficializada con un comunicado de Paul McCartney el 10 de abril–, aquel documental, filmado en enero de 1969 para mostrar a John, Paul, Ringo y George creando juntos, pasó a la historia como un reflejo áspero y sin concesiones de la extenuación creativa, las enconadas disputas y la ruptura final de la banda más popular que jamás haya conocido la humanidad.
Michael Lindsay-Hogg, director de aquella cinta (e hijo de Orson Welles), redujo tres semanas de filmaciones a ochenta minutos de metraje, evidencia para la historia de que Lennon y McCartney no se soportaban, que este era autoritario, que Lennon estaba a merced de Yoko Ono, que a Starr le preocupaba más su carrera como actor o que Harrison pedía más reconocimiento. Relato que Lennon reforzó más tarde al declarar a Rolling Stone que la grabación de Let it be había sido un horror: «Se dijo que Yoko parecía muy disgustada en la película, pero, joder, imagínate pasar tanto tiempo con las personas más arrogantes y estiradas del planeta y que te insulten por querer a otra persona».
Hete aquí, sin embargo, que viene Peter Jackson y, con el mismo material del que dispuso Lindsay-Hogg, nos cuenta una historia diametralmente distinta. «Lejos de ser un periodo de desintegración, esas tres semanas podrían considerarse la época más productiva y constructiva de toda la carrera de los Beatles». Una conclusión a la que el director de El señor de los anillos llegó tras revisar todo el material. Y no es el único. El historiador Mark Lewisohn, considerado el mayor experto mundial en los Beatles, dijo algo parecido: «Ha transformado completamente mi opinión de cómo fue aquel mes».
Lewisohn y Jackson descubrieron, por ejemplo, que en esos días que los músicos pasaron juntos tocaron temas de los futuros discos de Harrison, McCartney y Lennon. Es decir, que en buena medida aún compartían el espíritu que los llevó a mantenerse unidos desde que los tres acordes de Love me do –escrita por Paul con 16 años mientras hacía novillos– iniciaran en 1962 un fenómeno sin precedentes. En Get back, de hecho, los cuatro improvisan alegremente, crean arreglos y componen en comunión; discuten, sí, pero se reconcilian, bromean y se comportan como niños hasta el clímax final de su actuación a cielo abierto donde la magia persiste durante los cuarenta y cinco minutos más icónicos de la historia del rock.
Confiesa Jackson incluso que la primera vez que vio las imágenes «no paraba de soltar carcajadas. Sin parar». Experiencia que transmitió al mismísimo McCartney tras un recital del músico en Auckland en 2017. «Oye, me he quedado a cuadros, Paul –le dijo–. Esperaba que fuera un horror para vosotros, pero es todo lo contrario. Es divertidísimo. Está lleno de energía. Se os ve pasándolo muy bien». El beatle no se lo podía creer: «¿Cómo? ¿Qué? ¿En serio?», respondió.
Él mismo pudo comprobarlo más tarde. Tras ver metraje sin montar de Get back, Paul declaró su alivio al Sunday Times. «Me sentí reivindicado, porque yo mismo me creí toda esa historia oscura de la separación y pensaba: 'La culpa es mía'. Cuando esa es la opinión general, resulta fácil creérselo. En el fondo siempre creí que no era cierto, pero no había visto ninguna prueba».
Antes de separarse, de hecho, los Beatles crearon Abbey road, considerado uno de sus grandes álbumes, pero fue Let it be, publicado tras 15 meses de divergencias sobre su forma definitiva, el que puso el punto final a su carrera. Cinco días después, el estreno de la película, donde se desvelaba la tensión entre los cuatro, conformó esa imagen oscura del colapso.
Desmontar un mito de esa magnitud no es fácil. La desconfianza se hizo visible hace meses en Internet tras la difusión de un tráiler donde vemos a John de muy buen rollo con Paul y lo mismo entre Yoko y Linda Eastman (McCartney dos meses después). La sospecha de que Jackson ha privilegiado las escenas amables frente a la tensión persiste, de hecho, entre los fans. El director lo entiende, pero no le preocupa. «No creo que piensen igual tras ver el filme», declaró en octubre.
Más allá de lo que muestra Get back, lo cierto es que la relación entre los cuatro amigos ya había comenzado a debilitarse ante la necesidad de afirmación personal de cada uno. Por ello quizá McCartney propuso «volver a los orígenes» –grabar en directo– con Let it be. Al fin y al cabo llevaban tres años sin actuar –desde el 29 de agosto de 1966 en San Francisco–, hartos de no escucharse por los gritos de las fans, y se reunían casi exclusivamente para grabar discos.
Así lo explica Paul en una de las inéditas grabaciones de aquellos días: «John y yo solíamos componer juntos cuando estábamos de gira. No teníamos nada que hacer en el hotel mientras esperábamos la hora del concierto y tampoco podíamos salir. Así que nos sentábamos y escribíamos canciones». Surgieron la mayoría en autobuses, furgonetas..., lugares que, de pronto, desaparecieron de su vida en común.
Por eso, Jackson defiende que el que ya no escribieran juntos no implicaba necesariamente que no se soportaran. Ignora, eso sí, las ya citadas declaraciones de Lennon a Rolling Stone o despectivas referencias a los días de Let it be como esta: «En el disco no hay una sola canción de los Beatles. Una es de John y el grupo; otra, de Paul y el grupo; la siguiente, de George y el grupo...».
Jackson, en todo caso, tiene una visión más amplia que nadie tras haber visionado todo aquel material, sin cortes. Es decir, que cuando Paul y George se pelean –breve escena en la cinta original–, el cineasta ha visto también lo que ocurre antes de la discusión y la reconciliación posterior. Por eso se toma su tiempo para mostrarnos la dinámica de días enteros de convivencia, no solo momentos aislados, mostrando a los Beatles contentos y afectuosos entre sí.
Ahora bien, la película llega acompañada del lanzamiento de una nueva remezcla del álbum en cuestión en la que se han incluido numerosas tomas descartadas y conversaciones en el estudio, además de un libro con fotos inéditas y transcripciones. Y estas indican que la versión más extendida de los hechos no deja de tener cierto fundamento. Hay conversaciones divertidas, cierto, pero subyace una atmósfera de tristeza, como si los cuatro tuvieran claro que algo se ha perdido para siempre y el final esté al caer.
Esa es, de hecho, la sensación que tuvieron miembros del equipo que filmó aquellas sesiones para la película Let it be. Según ha contado alguno en la prensa británica, era visible que John y Paul, sin dejar de disfrutar de grandes momentos de comunión musical, también tuvieron sus más y sus menos, o que el hartazgo de George con respecto a ambos se manifestaba de forma recurrente. La impresión general era que Paul quería ser el jefe y que a los otros no les gustaba que se diera esos aires. Tampoco la constante presencia de Yoko Ono, aunque a John Lennon esto no le preocupara lo más mínimo.
En cualquier caso, más allá de lo que sucedió en aquellos días de enero, el principio del fin parece guardar una relación directa con la muerte de Brian Epstein, su mánager, fallecido 18 meses antes. «Desde que se murió el señor Epstein, las cosas no han sido las mismas», observa George. Paul está de acuerdo: «Todos hemos sido muy negativos desde su muerte. No sé si vale la pena hacer el esfuerzo de mostrarnos más positivos o si lo mejor es enviar el grupo a la mierda».
Más tarde, el 10 de enero, McCartney le dice cómo tiene que tocar su instrumento y Harrison estalla.
«Creo que voy a dejarlo».
«¿Cómo?», dice Lennon.
«Creo que voy a dejar el grupo, ahora».
«¿Cuándo?».
«Ahora mismo».
Harrison se va... Dos reuniones después, regresa, el 22 de enero, ya para grabar en Apple Records, donde recuperan química y camaradería. Mientras crean Let it be, surgen también canciones para el futuro Abbey Road y otras que poblarán más tarde aventuras en solitario como All things must pass (Todo debe pasar), título elocuente del primer álbum, triple, de Harrison.
«Me gustaría grabar un disco», deja caer este un día.
«¿Por tu cuenta?», pregunta John.
«Estaría bien grabar cada uno su propio disco».
«Claro, yo también podría grabar el mío».
Se diseminaba así el virus de la ruptura.
A todo esto, la idea de grabar el disco en vivo, tras barajarse estrambóticos escenarios –un transatlántico, un teatro romano, las pirámides de Egipto...–, se había hecho humo. Alguien sugiere –¿Lennon, Lindsay-Hogg...?, hay debate al respecto– improvisar algo en la azotea de Apple. Se levanta un escenario con tablones y el ingeniero Alan Parsons corre a Marks and Spencer a por pantis para forrar los micrófonos y evitar que resuene el viento. «El rodaje fue una gozada –recuerda Anthony Richmond, el director de fotografía de Let it be, en recientes declaraciones al Daily Telegraph–. Tenía dieciséis cámaras: seis en el tejado, varias a uno y otro lado del edificio, en la acera... Y como sabíamos que habría quejas, en el vestíbulo pusimos un espejo sin azogue con una diminuta para filmar a la Policía. Hubiera sido estupendo filmarlos mientras se los llevaban esposados».
Pero nada de eso sucedió. Finiquitada la grabación, eso sí, Lennon y McCartney contrataron cada uno a un nuevo mánager para gestionar los asuntos de la banda, lo que derivó en una larga batalla legal. El disco Let it be, mientras tanto, se publicó el 8 de mayo de 1970; en el estreno de la película en Nueva York, ningún beatle estuvo presente. Tampoco en la gala de los Oscar, donde triunfó su banda sonora. A nadie le extrañó. Los Beatles, al fin y al cabo, ya eran historia.