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El bloc del cartero

Procrear

Lorenzo Silva

Jueves, 20 de Noviembre 2025, 15:26h

Tiempo de lectura: 3 min

El verbo empieza a sonar algo arcaico, y quizá sea más por culpa de lo poco que se conjuga entre nosotros que por su morfología peculiar, que lo distingue de otros que son de más uso entre los hablantes no demasiado esforzados. Para muchos, por razones diversas, la procreación es una acción sospechosa, en la que no conviene o directamente no se debe incurrir. Falta de recursos económicos, falta de ganas de invertir las energías que demanda la crianza o deseo de destinarlas a otros asuntos, hasta hay quien nos dice ya que tener un hijo es la mayor agresión que podemos cometer contra el medioambiente. Y, sin embargo, las comunidades humanas, su continuidad y su conciencia de sí mismas necesitan gente a la que pasarle la llama recibida de quien nos la dio antes. No podemos entregársela a las mascotas.

LAS CARTAS DE LOS LECTORES

Hijos únicos 

Vivimos tiempos de sequía de hijos. Las familias jóvenes tienen muchas dificultades para tener descendencia: los bajos salarios, la carestía de la vida, la vivienda inalcanzable, la inseguridad laboral... Por ello no tienen o tienen hijos únicos. A finales del siglo pasado fui padre longevo y primerizo. La genética conspiró con mis deseos. Me sentí muy feliz. Y tuve muy claro que sería hija única. La criamos con mucho cariño y no pocas dificultades. Mi hija lo sobrellevó con paciencia, esfuerzo, imaginación y fantasía. Este mes hemos celebrado sus 30 años. Tiene autonomía laboral y social, y concentra todo el amor de mis posibles hijos. A veces me dice: «No sé cómo habría sido tener hermanos, pero me habría gustado». La comprendo, y le digo: «Tal vez, no habrías tenido tantas atenciones, sí más conflictos, padres compartidos, quizá no serías mi preferida…». Imagino que algún día pensará: «A la hora de cuidarte (cuidaros) también habría tenido más ayuda». Ya que vamos a tener más hijos únicos, seamos benévolos con ellos.

Víctor Calvo Luna. Valencia


Natalidad en descenso

Cualquier población, si a cada miembro no le sucede al menos otro, desaparece. Y a muchos nos causa zozobra ver que en las próximas generaciones no habrá nada de nosotros. El sentimiento por la familia puede paliarse con un hijo; el segundo sale demasiado caro y, siendo coherentes, nos correspondería pagarlo entre todos si creemos en preservar la sociedad y los valores que nos legaron quienes nos hicieron lo que somos. Se me ocurre crear un impuesto para el segundo hijo. Muchos contribuiríamos de buen grado para sentir algún consuelo al imaginar lo que vendrá cuando ya no estemos.

Francisco López. L'Hospitalet (Barcelona)


El pan de cada día

En una zona rural es necesario asumir unos riesgos ligados a la falta de servicios. Nosotros ofrecemos uno en esta zona donde tanto escasean: repartir pan en Ardisa y Biscarrués. Cada día se convierte en un grave riesgo para la integridad de quien reparte por esta carretera minada, sin señalizar y sin elementos de seguridad. Hemos de asumir a la vez sobrecostes de este camino asilvestrado: amortiguadores, ruedas y otros componentes del vehículo. Sortear socavones y averiguar dónde está la línea blanca que delimita la carretera del campo. Pagamos dos ITV anuales, seguro, impuestos (de circulación, como negocio privado, personas particulares y vecinas de la zona). Pareciera que aquí solo se invierte si es rentable, si a cambio se ofrece nieve, turismo, gastronomía, pero la res publica no ha de ser rentable, ha de ser por derecho. Y en esas estamos, esperando que el dirigente de turno entienda que el dinero público ha de volver como los vecinos y vecinas van y vuelven por la pseudocarretera A-125.

Santiago Higueras Ortin. Huesca


 

LA CARTA DE LA SEMANA

Un plan serio

texto alternativo

+ ¿Por qué la he elegido?

Porque si un problema es el Problema se afronta, no se marea.

Uno de los problemas más graves para la clase media, baja y los jóvenes es la ausencia de vivienda protegida a precios asequibles. Las administraciones públicas no impulsan hoy verdaderos planes de construcción de viviendas a precios populares y de protección oficial, y el mercado se ceba con los altos precios y la especulación, y los bancos con las hipotecas al alza. No hay un plan serio de VPO y de viviendas protegidas populares en los ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas ni el Estado, y sí una falta de coordinación grave entre estas administraciones que a veces duplican la burocracia, sobre todo cuando no son del mismo signo político. De otro lado, la especulación y el turismo también han encarecido el precio de la vivienda, salvo en zonas rurales pequeñas, mal comunicadas o cuasi aisladas. Gran parte de la ciudadanía y los jóvenes y jubilados que tienen que compartir vivienda y piso para llegar a fin mes ¿no merecen ciertamente una explicación?

Eduardo M. Ortega Martín. Granada