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Jueves, 24 de Julio 2025, 13:21h
Tiempo de lectura: 10 min
Te cuesta más recuperarte de una noche de fiesta? ¿Tu rodilla hace ruidos que antes no hacía? Son los achaques de la edad. Hasta ahora dábamos por sentado que envejecer era algo progresivo. Un día te sale una cana, otro día una arruga, y así hasta que un día te miras al espejo y no reconoces al abuelo que te devuelve la mirada. Pero la ciencia ha descubierto algo que no cuadra con ese declive lineal y ordenado: el envejecimiento no es una erosión gradual, sino que llega en oleadas, como tsunamis biológicos que reorganizan tu cuerpo en momentos decisivos de la vida.
Son las edades peligrosas: explosiones que, literalmente, transforman tu metabolismo. Por supuesto, la genética influye. Y la alimentación y el estilo de vida: no es lo mismo haber hecho deporte toda la vida que atrincherarte en el sofá mientras te atiborras de comida basura. Y una enfermedad grave trastoca cualquier plan. Pero la Universidad de Stanford (Estados Unidos) ha confirmado lo que tu cuerpo ya sabía pero tu mente se negaba a aceptar: no envejeces poco a poco, sino a saltos que, literalmente, reescriben tu manual de funcionamiento. Los más abruptos ocurren a los 44 y a los 60 años. Y, si logras sobreponerte a esos dos hachazos, todavía te queda un tercer 'Rubicón' a los 78 que decide quién sigue en el juego.
En agosto de 2024, Michael Snyder y su equipo publicaron en Nature Aging el estudio que está cambiando nuestra concepción del envejecimiento. Snyder, que dirige el Centro Stanford de Genómica y Medicina Personalizada, es un pionero de la medicina de precisión. Su laboratorio fue de los primeros en estudiar los 'relojes biológicos', sofisticados cronómetros celulares que funcionan dentro de cada tejido, midiendo la longitud de los telómeros –fundas protectoras de nuestros cromosomas que se van acortando, como la mecha de una vela, con cada división celular hasta que la célula ya no puede reproducirse y muere– y otros marcadores para calcular nuestra edad biológica real. Y ha desarrollado tecnologías que hoy son el estándar mundial para 'fotografiar' dónde se activan los genes en el ADN y escanear su actividad, lo que permite detectar qué está fallando en nuestro organismo antes de que aparezcan los síntomas.
El estudio siguió a 108 personas durante años, analizando más de 135.000 moléculas diferentes, incluidos microbios, proteínas y metabolitos; una escala sin precedentes que generó casi 250.000 millones de mediciones. Y sus hallazgos han cambiado las reglas del juego: el 81 por ciento de las moléculas en tu cuerpo no se transforman gradualmente con el tiempo, sino que experimentan fluctuaciones no lineales, viéndose alteradas dramáticamente sobre todo en dos momentos específicos: a mitad de la cuarta década de vida y al comienzo de la sexta.
El estudio de Stanford encontró que a los 44 años se producen cambios dramáticos en células que afectan al metabolismo, lo que explica por qué nos cuesta más absorber y procesar la cafeína y el alcohol. Tu hígado, que llevaba dos décadas procesando tus excesos como un campeón, de repente dice «se acabó la fiesta». También se producen cambios en proteínas del tejido adiposo que explican los niveles más altos de colesterol y el aumento de peso en la mediana edad (la barriguita se instala y hacer unos cuantos abdominales de uvas a peras no sirve para eliminarla), y en proteínas del tejido conjuntivo asociadas a la estructura de la piel y los músculos.
Al principio, los investigadores pensaron que estos cambios afectaban principalmente a las mujeres y que estaban relacionados con la menopausia o la perimenopausia (etapa previa al cese definitivo de la menstruación). Pero cuando analizaron los datos en profundidad comprobaron que los hombres experimentaban un deterioro similar.
¿Por qué precisamente a los 44? Es posible que algunos de estos cambios estén ligados a que la década de los 40 suele ser la del estrés máximo: hipotecas, hijos adolescentes, padres que empiezan a necesitar cuidados, presión laboral en su pico… «No solo experimentamos cambios parsimoniosos conforme vamos haciéndonos mayores, sino que también hay fases de aceleración –explica Snyder–. Las dos etapas más llamativas ocurren a mediados de los 40 años y a principios de los 60. Y eso es cierto sin importar qué clase de moléculas observes».
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A los 60, el equipo observó cambios moleculares aún más dramáticos. No es que un órgano falle; es que varios sistemas petardean simultáneamente. Tu sistema inmune se jubila antes que tú. Los virus que antes tu cuerpo eliminaba en dos días ahora se quedan de visita una semana. Tu páncreas empieza a remolonear a la hora de producir insulina, así que cualquier carbohidrato se convierte en azúcar circulando por tu sangre como si fuera sirope. El riesgo de diabetes tipo 2 se dispara y tus riñones no dan abasto. La pérdida muscular, que hasta ahora había sido gradual, se acelera. Cada año que hayas pasado sin hacer ejercicio te costará el doble de esfuerzo recuperarlo. En los hombres, la próstata empieza a dar la lata. Conciliar un sueño reparador es cada vez más difícil. Y las parejas empiezan a decir que el sexo «está sobrevalorado».
«Que muchos cambios dramáticos ocurran en los primeros 60 tampoco es sorprendente –explica Snyder–, dado que muchos riesgos de enfermedades relacionadas con la edad aumentan en ese punto de la vida». Alrededor del 40 por ciento de los adultos entre los 40 y los 59 años sufren trastornos cardiovasculares más o menos serios, desde hipertensión a insuficiencias coronarias, pero esta cifra se eleva al 75 por ciento para los que tienen entre 60 y 79 años.
El estudio de Stanford se enfoca en las dos primeras oleadas, pero investigaciones paralelas completan el panorama. Científicos chinos de las universidades de Shanghái y Zhengzhou publicaron meses más tarde, en diciembre de 2024, y también en Nature, una investigación en la que identificaron 13 proteínas relacionadas con el declive cerebral, señalando que los cambios en sus concentraciones en sangre alcanzan picos a los 57, 70 y, sobre todo, 78 años.
Precisamente, a los 78 años llega la tercera oleada. Es el momento decisivo donde tu cuerpo realiza una evaluación integral de todos los sistemas. Quienes llegan aquí en buenas condiciones pueden continuar otros 10 o 15 años con calidad de vida, o incluso convertirse en centenarios si les acompañan la genética y otros factores económicos, familiares y psicológicos. Es una etapa donde la preparación de décadas anteriores puede marcar la diferencia entre mantenerse activo o enfrentar limitaciones cada vez más abrumadoras.
Los descubrimientos de Stanford están redefiniendo nuestra comprensión del envejecimiento en medio de un panorama investigador muy polarizado. Mientras las farmacéuticas tradicionales tratan las enfermedades asociadas a la vejez de forma fragmentada, sin abordar las causas profundas de un proceso que en esencia es integral, las grandes tecnológicas aplican la típica mentalidad de Silicon Valley: ven el envejecimiento como algo reversible, un problema técnico solucionable mediante el intervencionismo genético. La reprogramación celular, que es su gran apuesta, permite «borrar la memoria del desarrollo» de una célula adulta y devolverla a su estado embrionario, para luego convertirla en cualquier tipo de célula del organismo. Jeff Bezos ha invertido hasta 3000 millones de dólares en Altos Labs, una start-up rodeada de un aura de secretismo, y confía en que los humanos (los que puedan pagarlo) «vivirán 300 años o 500 años». La inmortalidad sería cuestión de hacer un gran 'reseteo' cada vez que las células empiezan a dar síntomas de obsolescencia.
Stanford no promete semejante quimera, pero junto con centros como Harvard, con sus estudios longitudinales que siguen a las mismas personas durante décadas para entender cómo envejecemos, representan ciencia abierta y aplicable al ciudadano normal. «Soy un gran creyente de la idea de que deberíamos tratar de ajustar nuestros estilos de vida mientras aún estamos sanos –concluye Snyder–. El objetivo no es solo vivir una vida larga, sino vivir la mayor parte de ella con salud».
El laboratorio de Stanford que ha descubierto que no envejecemos gradualmente, sino en oleadas, también ha demostrado que no todos envejecemos igual: cada cuerpo tiene un eslabón débil y será por ahí por dónde empezará el declive: por el metabolismo, el sistema inmune, el hígado o los riñones. Descubrirlo a tiempo puede hacerte ganar años (y salud). También puedes tener un perfil mixto y envejecer por varios frentes a la vez. Advertencia: este test no tiene valor médico ni sustituye el diagnóstico profesional. Es solo una herramienta orientativa.
3 o más SÍ: resistencia a la insulina y problemas energéticos
Estos síntomas sugieren que tu resistencia a la insulina está aumentando. A los 44, tu páncreas empezará a trabajar en modo sobrecarga para controlar el azúcar en sangre. A los 60, la diabetes tipo 2 será una amenaza real. Parece que tu capacidad de convertir glucosa en energía utilizable se está deteriorando.
3 o más SÍ: primeros indicios de defensas debilitadas
Son señales de que tu sistema inmunitario está perdiendo efectividad. A los 44, un resfriado que debería durar días no consigues soltarlo en semanas. A los 60, tu respuesta puede ser insuficiente para atajar infecciones y tu capacidad de detectar y eliminar células cancerosas se reducirá.
3 o más SÍ: problemas para eliminar toxinas
Tiene pinta de que tu hígado es el eslabón débil. Si es así, procesarás el alcohol cada vez peor, las toxinas se acumularán y tu capacidad de limpiar la sangre se deteriorará más rápido que el resto de tu organismo. Tu principal órgano depurador funciona por debajo de sus capacidades.
3 o más SÍ: Funciones renales en declive
Los riñones pierden capacidad; tu cuerpo retendrá desechos que deberían eliminarse y el control de la presión arterial se volverá problemático. Son señales de que tu sistema de filtrado y equilibrio de fluidos está perdiendo precisión.