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Reinos de humo

Llorar por un pez

Benjamín Lana

Viernes, 18 de Julio 2025, 11:52h

Tiempo de lectura: 1 min

Como sigamos así, aquí no van a comer pescado ni los gatos. Desde 2008 el consumo en España va cuesta abajo. De nada vale que haya unanimidad científica en que es la más saludable de todas las proteínas animales o que tenemos la flota de pesca más grande de Europa.

Me duelen las sardinas, los bocartes-boquerones, la caballa y el jurel-chicharro; me duele el bonito del norte, pero me duele también el bacalao, tan nuestro

Hemos pasado de zampar 30 kilos anuales por persona a prácticamente la mitad en quince años. Y encima nos hemos aficionado al menos saludable de los peces —por su bajo nivel de omega 3— y al que menos ayuda a la cultura marinera y a la economía española. Me refiero al salmón de piscifatoría, el segundo ya en el ranking nacional tras la merluza y con crecimientos anuales del 10 por ciento mientras los demás bajan y bajan.

Yo lloro por todos nosotros cuando veo lo que está pasando. Por los pescadores, por los pescaderos y por nuestros hijos. Doler me duelen las sardinas, los bocartes-boquerones, la caballa y el jurel-chicharro; me duele el bonito del norte, pero me duele también el bacalao, tan nuestro. No esos ejemplares frescos que los noruegos con su potente maquinaria de marketing nos han vendido como gloria bendita, el skrei, ni tampoco el descongelado que venden en orondos filetes procedente de Rusia y Letonia. En mi paladar ninguno de ellos es gloria ni es bendito. Lloro por el otro pez noruego, por el bacalao amarillo, la bacalada salada en seco, con su lenta curación, con su sabor intenso y complejo, el de toda la vida, ahora camino de la desaparición de los mercados con el cambio de los gustos y los hábitos en las casas. Ya saben mi teoría, caminamos hacia la 'filetización' de la vida. Cada vez más lejos de la verdad, el origen y la salud.

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