
Las claves de su éxito... y de su resistencia
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Las claves de su éxito... y de su resistencia
Miércoles, 30 de Abril 2025, 15:41h
Tiempo de lectura: 10 min
Harvard le ha plantado cara a Donald Trump. Las hostilidades abiertas entre la Casa Blanca y los históricos edificios de ladrillo rojo a orillas del río Charles, en Cambridge (Massachusetts), suponen una confrontación sin precedentes. La universidad más prestigiosa del mundo ha sacrificado 3300 millones de dólares en fondos federales antes que ceder a las imposiciones del Gobierno, que incluyen auditorías de programas y departamentos, modificaciones en la contratación y eliminación de programas de diversidad. Harvard, que presume del lema «Veritas» ('Verdad') en su escudo, ha trazado una línea simbólica: la defensa de la integridad intelectual en estos tiempos en los que la verdad parece importar cada vez menos.
¿Puede ganar Harvard? Es la mejor universidad del mundo. Lo dicen los baremos desde 2003, cuando el Academic Ranking of World Universities (ARWU) comenzó a publicar sus evaluaciones. Prueba de su excelencia es su impresionante producción de Premios Nobel: 161 laureados, superando por 36 galardonados a Cambridge (Reino Unido), su competidor más cercano.
Harvard existe desde 1636, precediendo por 140 años a la fundación de los propios Estados Unidos. Se llamó New College, pero cambió su nombre en honor de John Harvard, un joven clérigo que donó su biblioteca y la mitad de su patrimonio a la incipiente institución. Lo que comenzó como un pequeño claustro puritano se ha transformado en un ecosistema académico que atrae a los mejores talentos de todo el planeta.
El germen de su supremacía fue la transformación educativa que sufrió a finales del siglo XIX. Entre 1869 y 1909, bajo la presidencia de Charles William Eliot, la universidad experimentó una revolución en sus métodos. Eliot introdujo el «principio electivo» en el currículo, que permitía a los estudiantes seleccionar sus propios cursos según sus intereses y talentos; abolió la obligatoriedad de asistir a la capilla y estableció un comité que integraba a toda la comunidad universitaria. Este modelo, que copiaron otros centros, contribuyó a convertir Estados Unidos en el faro intelectual del mundo.
El prestigio académico de Harvard se sustenta en cifras y hechos incuestionables: una red de bibliotecas con más de 20 millones de volúmenes (la mayor colección académica de Estados Unidos); puntuaciones perfectas en reputación en Medicina, Derecho y Economía; y una ratio profesor-estudiante envidiable, que garantiza atención personalizada en sus 3700 cursos distribuidos en 50 áreas de conocimiento. La sinergia con empresas y fondos de inversión también es excepcional.
En Harvard se están realizando investigaciones críticas que salvarán vidas.
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Pero el poder oculto de Harvard reside en sus intangibles. La universidad ha producido ocho presidentes estadounidenses, desde Franklin D. Roosevelt hasta George W. Bush y Barack Obama. Sus fraternidades y sociedades secretas tejen una red de conexiones que une a los vástagos de las dinastías más poderosas de América. Forbes sitúa Harvard como la universidad con más egresados multimillonarios.
Además, Harvard atrae a los estudiantes más brillantes del planeta. Una comisión formada por 40 personas evalúa 200 variables para puntuar a cada alumno.
En Harvard, donde la matrícula anual ronda los 80.000 dólares, el acceso sería imposible para la mayoría si no fuera por su programa de becas: la universidad ofrece educación gratuita para estudiantes de familias con ingresos inferiores a 100.000 dólares. Esto permite que el alumnado sea diverso, con un 21 por ciento de asiáticos, 12 de hispanos, 11 de afroamericanos y 11 de estudiantes internacionales. Es aquí donde chocan dos visiones antagónicas de América: para Harvard, la diversidad significa la captación de talento global; para Trump, constituye una amenaza directa al «America first».
La percepción trumpiana de Harvard como bastión liberal no es del todo infundada, pero requiere matices. Es cierto que el 55 por ciento de los estudiantes graduados en 2022 estaban registrados como demócratas y que más del 80 por ciento del profesorado se identifica como «liberal», pero también que la universidad ha formado a líderes de todo el espectro político, incluyendo figuras republicanas prominentes como Ted Cruz y Mitt Romney. En la propia administración Trump, una decena de graduados de Harvard ocupan posiciones de alto nivel, desde el secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr. hasta el fiscal general John Sauer.
El intento de Washington de sojuzgar Harvard no es improvisado, sino que forma parte de una estrategia diseñada por la Fundación Heritage, un think tank conservador. Su Plan 2025 incluye una transformación radical del panorama educativo, mientras que su Proyecto Esther aboga por utilizar tácticas antiterroristas para «perturbar y degradar» el activismo estudiantil bajo el pretexto de combatir el antisemitismo. J. D. Vance, ahora vicepresidente, ya anunciaba este enfrentamiento en 2021 cuando pronunció un discurso titulado «Las universidades son el enemigo». El objetivo final no es destruir Harvard, sino 'republicanizarla'.
El rector Alan M. Garber ha emergido como un héroe inesperado. Este médico y economista de perfil técnico, que asumió la presidencia en agosto de 2024 tras la salida de Claudine Gay por acusaciones de plagio, rechazó de plano las exigencias presidenciales. «La universidad no renunciará a su independencia», declaró. Su postura ha recibido el respaldo del expresidente Obama y de universidades como Princeton, Stanford y Yale.
De momento, Harvard puede sostener el pulso gracias a su músculo financiero. Con un fondo de dotación que supera los 53.000 millones de dólares –más que el PIB de muchos países– puede permitirse el lujo de esperar a ver si Trump mantiene el órdago. Este vasto patrimonio académico, el mayor del mundo, está estructurado como un instrumento financiero sofisticado compuesto por miles de fondos individuales invertidos estratégicamente para generar rendimientos a perpetuidad. Harvard limita sus gastos anuales al 5 por ciento del valor total del fondo, lo que le proporciona unos 2650 millones de dólares cada año. Esto supone algo más de la mitad de su presupuesto anual. Como señala el profesor de Finanzas Thomas Wilson: «La congelación de fondos federales es un golpe, pero no una sentencia de muerte».
Por su parte, Trump ha elevado la apuesta y amenaza con retirar exenciones fiscales clave. El impacto de los recortes ya se deja sentir donde más duele: en el ámbito médico. La Escuela de Salud Pública de Harvard, donde el 46 por ciento del presupuesto proviene de financiación federal, se enfrenta a recortes que podrían paralizar investigaciones críticas en tuberculosis, alzhéimer y cáncer, y que ya ha provocado el despido provisional de unos 240 investigadores.
Trump devoró a la Universidad de Columbia (Nueva York), pero Harvard se le ha atragantado. El precedente demuestra que el apaciguamiento no funciona. En marzo, tras las polémicas manifestaciones propalestinas, Columbia accedió a las exigencias de Trump esperando recuperar 400 millones en subvenciones federales. Acató las directrices de Washington, desmanteló campamentos de protesta y permitió la detención de estudiantes. El resultado: no recuperó los fondos y ahora se enfrenta a un decreto que otorgaría a un juez federal supervisión permanente sobre sus políticas universitarias.
Siguiendo la estela de Harvard, los rectores de otras cien universidades han denunciado las coacciones de Trump. Y se ha filtrado, por ejemplo, una lista de 199 palabras marcadas como «sospechosas» por el Gobierno; entre ellas, 'negro', 'diverso', 'gay' y 'mujer'. Y que los científicos que aspiren a recibir subvenciones oficiales deberán evitar estos términos.
Presidentes, físicos, empresarios, escritores...
Estudiantes ilustres de Harvard
Harvard ha forjado a líderes en todos los ámbitos. Por sus aulas han pasado ocho presidentes estadounidenses, como John F. Kennedy, Franklin y Theodore Roosevelt, Barack Obama y George W. Bush. El impacto en el mundo empresarial también es impresionante, incluso entre quienes no completaron sus estudios, como Mark Zuckerberg (Meta) y Bill Gates (Microsoft). Incluso el rey Felipe VI hizo allí un máster siendo príncipe.
Presidente de Estados Unidos de 1961 a 1963, cuando fue asesinado.
Poeta y dramaturgo. Premio Nobel de Literatura en 1948.
La actriz de Cisne negro y Star wars estudió Psicología en Harvard entre 1999 y 2003.
Facebook nació en las residencias de estudiantes de Harvard, donde el CEO de Meta estudió.
El creador de Microsoft llegó a Harvard en 1973 para estudiar Matemáticas y Computación.
El vicepresi-dente de EE.UU. estudió, primero, Literatura en Harvard; quería ser escritor.
El actor comenzó sus estudios en Harvard, pero no terminó; apostó por trabajar en el cine.
El presidente Franklin D. Roosevelt es uno de los graduados —en Derecho— más valorados.
El presidente Bush se licenció en Administración y Dirección de Empresas.
El diplomático fue excelente en términos académicos. Se graduó summa cum laude.
La campeona olímpica de 200 metros se graduó en Harvard, que cuenta con 110 medallas olímpicas.
Una de las pioneras de la astronomía, formó parte del Observatorio de Harvard en 1895.
La primera ministra paquistaní se formó en Harvard, primero, y Oxford, después.
El presidente de Goldman Sachs de 2006 a 2018 estudió Derecho en Harvard.
El descubridor del ARN, por el que ganó el Nobel en 2025, se formó como médico en Harvard.