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Omnipresencia programada
Viernes, 04 de Julio 2025, 10:07h
Tiempo de lectura: 6 min
Sam Liang tiene un problema que muchos ejecutivos comparten: demasiadas reuniones. Como CEO de la empresa tecnológica Otter, sus días están tan saturados que termina agotado. Su solución no ha sido delegar o reorganizar su agenda. Ha decidido crear una versión digital de sí mismo que vaya a las reuniones por él.
«Estoy con dobles citas, triples citas», explica Liang desde su oficina en Mountain View (California). Ahora es su avatar de inteligencia artificial el que asiste a aquellas reuniones de las que puede 'escaquearse' en persona. Su álter ego digital responde preguntas y participa en discusiones mientras él hace otras cosas. «Funciona tan bien que mis colegas a veces olvidan que están hablando con una máquina», asegura.
No es el único. Reid Hoffman, de LinkedIn; Eric Yuan, de Zoom; Keith Rabois, de Khosla Ventures... todos han creado réplicas digitales de sí mismos. Lo que empezó como un experimento de Silicon Valley se está convirtiendo en una tendencia.
Detrás de esta excentricidad hay cuatro empresas –Tavus, Synthesia, HeyGen y Delphi– que mueven los hilos de un mercado que va a saltar de 9700 millones de dólares en 2025 a 117.000 millones en 2034. Un crecimiento del 32 por ciento anual que ha puesto en fila india a los inversores dispuestos a abrir la chequera.
La tecnología detrás de estos avatares es más accesible de lo que parece. Con Tavus grabas un vídeo de unos dos minutos, y su modelo analiza tus gestos faciales, patrones de voz y movimientos corporales. En cuestión de horas tienes un avatar que puede mantener conversaciones fluidas en tiempo real. Delphi ahonda en ese camino. Subes tus contenidos –vídeos, pódcast, textos, entrevistas– y el sistema aprende no solo lo que sabes, sino cómo piensas y te comunicas.
El resultado es un chatbot con tu personalidad. Los precios han caído en picado. Lo que antes costaba miles de dólares mensuales ahora arranca en 18-29 dólares. Tavus ofrece 25 minutos gratuitos.
Salesforce y Meta usan Tavus para crear vídeos personalizados que generan aumentos del 1000 por ciento en engagement ('participación'). Esto significa que la gente interactúa diez veces más con esos vídeos que con contenido estándar: más clics, más tiempo viéndolos, más respuestas. CVS, Alibaba y Deloitte han integrado avatares en sus operaciones diarias. El MIT ha creado un doble del doctor Benjamin Warf que entrena cirujanos de forma remota en países en desarrollo.
Brendon Burchard, un famoso coach estadounidense, tiene su clon en Delphi y asegura: «Me permite conectar con más personas que nunca». Su avatar responde consultas las 24 horas mientras él duerme y genera ingresos pasivos.
Imagínate el mundo que viene. Tu entrenador personal estará disponible 24/7. Tu profesor favorito resolverá tus dudas a deshoras. Tu médico hará triajes básicos mientras atiende casos más complejos. Tu abogado responderá consultas on-line por un módico precio. Pero también imagínate las conversaciones cotidianas: «Oye, ¿has hablado con Paco?». «Sí, bueno, con su avatar, que Paco estaba en el gym».
El impacto es enorme. En sanidad, los avatares de especialistas pueden hacer consultas preliminares, explicar diagnósticos y seguimientos de tratamientos. Un cardiólogo podrá atender consultas de seguimiento a través de su clon digital: explicar resultados de análisis, ajustar medicación básica, resolver dudas. El especialista humano se dedicaría a casos complejos mientras su avatar maneja la rutina.
Imagina tener a tu profesor de Matemáticas disponible para resolver dudas a las tres de la madrugada antes de un examen. O poder 'charlar' con figuras históricas para entender mejor la historia. Es fácil imaginar universidades experimentando con avatares de profesores jubilados que podrían seguir 'dando clase' años después de retirarse.
Esta tecnología no está exenta de controversias. Un empleado en Hong Kong creyó que estaba en una videollamada con su jefe y varios colegas cuando le pidieron transferir 25 millones de dólares para una «operación secreta». Hizo la transferencia porque veía las caras y voces de gente conocida, pero resulta que todos los participantes de la llamada eran deepfakes, avatares falsos creados por estafadores.
El caso de CarynAI ilustra otros peligros. La influencer Caryn Marjorie creó un chatbot de sí misma para que sus fans pudieran 'hablar' con ella por un dólar el minuto. El problema fue que el bot empezó a tener conversaciones sexuales explícitas con usuarios, incluidos menores. «No programé eso», se defendió Marjorie, pero el escándalo fue mayúsculo y tuvo que cerrar el servicio.
¿Cómo distinguiremos entre un humano real y su clon digital? Va a ser cada vez más difícil. Y, entonces, ¿en quién podremos confiar?
Los psicólogos advierten sobre otros efectos inesperados: algunas personas prefieren interactuar con avatares porque son más predecibles, siempre están disponibles y nunca tienen un mal día. Esto plantea preguntas inquietantes: ¿qué pasará con nuestras habilidades sociales si nos acostumbramos a interacciones perfectas y sin conflictos? Surge también una preocupación sobre la desigualdad. Los que puedan permitirse avatares de alta calidad (de pago) tendrán una ventaja competitiva frente a quienes se queden con versiones básicas o sin acceso a la tecnología.
Europa lidera la respuesta regulatoria con su Ley de Inteligencia Artificial, estableciendo marcos para el uso ético de IA, aunque aún no ha desarrollado el reglamento técnico. Estados Unidos, donde están la mayoría de estas empresas, no tiene una ley federal específica. Léase: es la jungla. La velocidad de desarrollo supera por mucho la capacidad regulatoria. Las empresas están optando por autorregularse: tanto Tavus como Delphi implementan la verificación manual de identidad para prevenir clonaciones no autorizadas.
McKinsey estima que entre 400 y 800 millones de personas podrían ser desplazadas por la automatización hacia 2030. Los sectores más vulnerables serán entretenimiento, servicio al cliente, educación y marketing, precisamente aquellos donde los clones digitales pueden viralizarse. Imagínate cuando cualquier empresa pueda crear un portavoz digital perfecto por 50 dólares al mes. Pero también habrá oportunidades. Surgirán nuevas profesiones: gestores de avatares, especialistas en personalidad digital, auditores de autenticidad, diseñadores de experiencias avatar-humano… Y ganarán valor los trabajos que requieren un toque humano, creatividad y conexión emocional real. Según Jennifer Aaker, profesora de la Escuela de Negocios de Stanford, la IA no debe reemplazar la empatía. «Una de las cualidades humanas únicas es la autenticidad, por imperfecta que sea: hablar y actuar con valentía, con integridad genuina, verdad, creatividad y compasión». Paradójicamente, mientras más nos rodeemos de clones perfectos, más valoraremos nuestros propios defectos.