Un sardinero, un murcianista
Murcia, 17 de marzo de 2016
Obituario Antonio Guillén Bravo
Fue un ejemplo de energía, de vitalidad, de ganas de disfrutar al máximo la vida. Antonio Guillén siempre tuvo claro que no se podía desperdiciar ni un minuto. «Los años pasan demasiado deprisa como para no saber disfrutarlos y no aprovechar los buenos momentos», decía a sus amigos. Y llevaba toda la razón del mundo.
Recuerdo cuando salía de su casa por la mañana temprano y me lo cruzaba paseando por Santa María de Gracia. Se paraba a hablar con uno, con otro. Los temas de conversación, los de siempre: el Real Murcia, su Entierro de la Sardina y la mala situación por la que pasa el mundo del toro. A él, lo que verdaderamente le importaba no era la conversación, sino el estar un rato agradable con su gente.
Su vena de persona curiosa no la ocultó nunca. «Nene, ¿te has enterado de que Fulanico...?», preguntaba como quien tiene la primicia de algo. Le gustaba saber, enterarse de cosas, contar cosas. Eso sí, sin querer hacer nunca mal a nadie, porque Antonio Guillén era la bondad personificada. Nunca concibió el mal en ninguno de sus aspectos.
Sus amigos lo llamábamos 'El Barri'. El motivo era porque Guillén le puso ese apodo a la mayoría de sus colegas. Los llamaba así. De hecho, cuando alguien le daba una buena noticia, sonreía, prestaba atención y exclamaba: «¡Barri, apúntate un diez!». Daba una palmada y se echaba a reír.
Solía cabrearse como un niño cuando, en medio de una conversación de fútbol, alguien soltaba una opinión que él no compartía. Porque él entendía de fútbol. Era socio número 10 del Real Murcia, su gran pasión. Además, fue vicepresidente del equipo grana y miembro de la junta directiva. Por si eso fuera poco, también llevó las riendas del grupo sardinero Centauro durante más de veinte años. Formación de la que fue el fundador. Y fue corresponsal del Banco Bilbao, además de estar al frente de la administración de lotería número 30, de Murcia. Sin duda, un hombre polifacético hasta el último día.
Sus amigos recordamos ahora los grandes momentos que vivió dentro de la que, para él, era la fiesta más grande de Murcia. Su Entierro de la Sardina. Aunque ya se 'jubiló' «para dejar paso a los más jóvenes», 'El Barri' seguía viendo cada año el gran desfile del sábado por la noche, acompañado de su hermana, Carmen, y de su esposa, Micaela. Los tres fueron siempre inseparables. Una familia que, sin duda, siempre estuvo unida.
Atrás quedan los bellos y largos desfiles en los que se subía a la carroza, junto a su queridísimo amigo Pepe Berenguer, para llenar de alegría la noche murciana. Esas eran sus grandes noches. Atrás quedan también las largas tardes de fútbol en La Condomina, tomando berrinches y alegrías con su Real Murcia, junto al 'Bemba', Alberto y Juanjo Soto.
Atrás quedarán las mañanas de cafés en el centro de Murcia junto a su querido Pepe Ruiz. Uña y carne. Cuando 'El Barri' aparecía, siempre se apuntaban dos o tres personas más. Porque todos querían disfrutar de la grata compañía de un hombre bueno y divertido. También quedarán atrás las tardes de corrida, en las que seguía con admiración, a través del televisor, las mejores faenas de Pepín Jiménez y Pepín Liria en Las Ventas y La Maestranza. Eran sus dos grandes maestros. Sus dos figuras del toreo.
Un minuto de silencio
Antonio era un hombre muy querido. Por ello, está previsto que se guarde un minuto de silencio en el estadio de La Condomina antes del comienzo del próximo partido. Porque se ha marchado para siempre un hombre que amaba el Real Murcia sobre todas las cosas. Se ha ido un hombre generoso que regala juguetes desde una carroza. Un tipo que, hasta con 80 años, luchó para seguir disfrutando.
Somos muchos los que echaremos de menos a Antonio Guillén. En nuestro corazón siempre quedará su simpatía y su alegría. De hecho, estamos seguros de que ya está en el cielo, junto a su amigo Pepe Berenguer, hablando de fútbol y toros. Allí arriba, ambos verán el Entierro de la Sardina 2016. Pero la pena que nos deja es inmensa. Parece mentira que, con el vozarrón que tenía, se haya ido para siempre sin hacer ruido. ¡Va por ti, Barri!