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Un hombre con una vocación integradora

Madrid, 22 de febrero de 2020

madrid. A lo largo de los últimos cuarenta años, Fernando Morán siempre trató de elevarnos a sus amigos a la condición de interlocutores suyos. La contradicción residía en que en conocimientos, en actitud de servicio, en audacia, en disciplina y diligencia, incluso en naturalidad, frente a él, era imposible quedar bien, hacer una buena figura.


De su legado para el ejercicio de la función pública y de la política, subrayaría un par de sus muchas ideas y creencias. Para empezar, su idea de España. Vocación integradora, hacia el interior, y una proyección europea e internacional soberana, que concurrían con las respectivas concepciones, en los años veinte y treinta, de Manuel Azaña, Fernando de los Ríos y José Ortega y Gasset; y en la Transición, de Manuel García Pelayo, Francisco Tomás y Valiente, Landelino Lavilla y Luis Gómez Llorente.


En segundo lugar, su idea del Estado, próxima a la de la Generación de 1914 y, especialmente, de Manuel Azaña: literalmente, «el Estado, en general, pero indispensablemente en el caso concreto de nuestra España de la monarquía parlamentaria, es un ente moral».


Pero sea su visión de y su amor a España, sea su idea del Estado, habrían quedado en mero idealismo de no haber corporeizado como pocos políticos la virtud pública. Inspirándose en la historia de la antigüedad greco-latina, Montesquieu y los padres fundadores de la Constitución de Estados Unidos enfatizaron la importancia decisiva de la virtud para la forma republicano-democrática de gobierno.


Los políticos griegos que se habían dotado de un gobierno popular, no reconocían otra fuerza mayor que la virtud para sostener su república: cuando la virtud cesa, la ambición entra en los espíritus y la codicia se adueña de todos los ánimos; «la República se convierte en un puñado de despojos; y su fuerza deviene el poder de algunos y la licencia de todos».


Una brújula de relevancia


Pues bien, la biografía de Fernando nos ha legado, así, una brújula de especial relevancia para este desnortado país nuestro de los últimos años. Este es el hombre de Estado, socialista de vocación cívica universal que en José Borrell ha encontrado, hasta esta semana, en el Ministerio y, actualmente, como Alto Representante de la Unión Europea para la Política exterior y de seguridad, su digno sucesor, al que rendir homenaje; y con él, a España, a nuestra democracia representativa, nuestro Estado de Derecho y nuestra Constitución.