Tomás Lorente Inglés
Murcia, 28 de octubre de 2010
LOLA GUARDIOLA
Quién no recuerda la Venta de la Virgen (Baños y Mendigo, Murcia), hasta hace poco más de 20 años, como un elemento más, intrínseco, casi natural, consustancial, de la carretera N-301 entre Cartagena y Murcia.
Avituallamiento, tentempié, aperitivo, comida o cena, daba igual; parada, casi, por obligación antes de subir el Puerto de la Cadena o, al contrario, adentrarse en la llanura prelitoral camino de la playa o el campo cartagenero. Tenía todos los manjares del reino animal y vegetal, pero lo más famoso y típico era el embutido casero de morcillas y longanizas, acompañado de habas.
Después de su cierre, el testigo pasó a la Venta el Puerto, pero ya no fue, ni es, lo mismo, porque, por desgracia para muchos, no forma parte de la misma carretera, sino de una travesía que viene después de abandonar la autovía.
El tiempo lo convierte todo en ceniza. Hoy, aquella fonda de sabor y olor inconfundible es un melancólico solar. Junto a él, una casa, en cuya fachada todavía puede leerse un letrero con la leyenda: "Venta de la Virgen". Hasta hace poco la habitaba el último estandarte de la venta, Tomás Lorente Inglés. Su enfermedad le llevó en sus últimas semanas a Murcia, en compañía de sus hijos. Este hombre adusto y trabajador, como le recuerdan los vecinos, se fue a los 83 años, y con él, una auténtica institución dentro del acervo cultural de la historia de la región.
Porque frente a la creencia generalizada de que la Venta de la Virgen pertenece a los avatares de la Murcia del siglo XX, su origen se remonta mucho, mucho más atrás, a 1429. El historiador Juan Torres Fontes cuenta que "Juan Ruiz, de profesión trajinero, en su andar de Murcia a Cartagena y a la albufera de Cabo de Palos por pescado, y al Pinatar por sal, y al regreso, la vuelta a Murcia, comenzó a concentrarse en una idea, en algo que si él consideraba necesaria y resultaba atractiva para su cansancio, también lo sería para los demás, y que podía tener éxito y con el éxito el beneficio, el descanso, el dejarse de los trajines de los trajineros, del sobresalto y de no trajinar andando".
Y prosigue: "La idea era sencilla y había surgido al paso, construir una venta, en lugar donde descansar, de posada, de refugio y, en ocasiones, para pernoctar cuando la noche no era propicia por el mal tiempo, por lo avanzado de la hora, por cansancio o por temor al peligro cercano".
Eligió el lugar que parecía más adecuado, "al iniciarse el llano, el campo de Cartagena, después de haber subido el retorcido y empinado camino del Puerto, el de las siete revueltas, al cabo del cual las recuas forzosamente necesitan un respiro, un descanso y los arrieros, al menos, un trago".
La constante amenaza de revueltas obligó a Juan Ruiz, ya ventero, a solicitar "autorización concejil para construir una torre en la venta, modo de hacer efectiva la defensa de las casas y asegurar el refugio de quienes huyeran de los almogávares y acudieran a acogerse en ella". Nació así la que de por tiempo inmemorial se llamará Venta de la Virgen, el de 3 septiembre de 1429.