Por fin ya lo sabes, papá
Murcia, 4 de noviembre de 2019
Obituario Luis Federico Alcázar Vieyra de Abreu
En qué debíamos hacer contigo fuiste enfático y lo cumplimos: tu cadáver salió discretamente del hospital al crematorio y cuando transcurrieron las veinticuatro horas preceptivas fue incinerado. El Derecho, correr, leer, la música clásica, la radio, la familia directa y los contados amigos íntimos: esa ha sido tu vida de 74 años. La existencia de una persona íntegra, con un cerebro privilegiado para las letras y con un centrado sentido del humor.
Siempre nos instaste a que cuando fallecieras no hubiera velatorio ni funeral. Ni entierro. Presuponías que dedicar nuestro tiempo a esa liturgia era una tortura insana. Además de un gasto absurdo. Sufrías mucho por lo que les pasara o pudiera pasar a los demás. Creo que pensabas que solo a los demás les podían pasar cosas graves.
En tus sueños te aprisionaban las normas jurídicas. Te preocupaba tanto cumplir con la legislación, con los plazos, que ahora andamos intranquilos por que se nos pueda pasar algún trámite post mortem. Estate tranquilo que el certificado médico de defunción lo presentamos en el Registro Civil dentro de las veinticuatro horas siguientes al fallecimiento...
A los diecialgo ya fui consciente de que no podría alcanzarte. Por eso, más que hablar contigo, lo que en mi vida he hecho ha sido asistir a tus disertaciones, improvisadas conferencias que revelaban tu superioridad intelectual.
Con los años he ido comprendiendo que tu vida austera tenía como propósito que la nuestra no lo fuera tanto. Por nosotros viajaste en vagones litera de tercera y entre fumadores en autocares inaguantables.
Desde que me fui a vivir solo nunca me reclamaste que os viera a mamá y a ti más de lo que os veía. Siempre disculpaste mis ausencias. Si me preguntan que cómo te recuerdo, la imagen instantánea que se me presenta es la de ti sentado a tu mesa de escritorio, rodeado de expedientes, códigos y manuales jurídicos, recibiendo la luz de un flexo barato, concentrado en la redacción de sentencias.
Ahora que pienso, el tiempo siempre te ha dado la razón, aunque no siempre te hayamos hecho caso. Desde pequeños hemos sabido que si no hacíamos lo que considerabas bien elegido corríamos el riesgo de acabar arrepintiéndonos. Fíjate, estos días estoy constatando tu último acierto: mamá, mis hermanas y yo estamos más unidos. En el agrupamiento incluyo a tu hermano, el mejor tío posible. En esta unión irrevocable ha influido el hecho de que las horas que habríamos pasado encerrados en el tanatorio las pasáramos fuera de ese edificio.
Hoy me he acordado de cuando decías que había un hombre tan curioso por saber qué pasaría cuando se muriera que estaba deseando morirse para averiguarlo. Cuánto leíste y reflexionaste sobre por qué y para qué vivimos. Y sobre qué pasa cuando nos morimos. Ahora, papá, por fin lo sabes.