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Polifacético y servicial hasta el final

Murcia, 12 de noviembre de 2021

El buen trabajo médico, sus eternas ganas de vivir y las incontables muestras de cariño recibidas por familiares y amigos no han sido suficientes para que Francisco Fernández Gómez (Abarán, 1966) pudiera derrotar a esa maldita enfermedad a la que hizo frente en los últimos meses con entereza y valentía. La muerte de Paco 'El Churri', como era conocido por todo el mundo, ha causado enorme pesar y consternación en la población. Segundo de cuatro hermanos, era una persona muy querida y conocida en Abarán.


Entre sus numerosas virtudes, sobresale la de haber pasado por esta vida sin hacer daño a nadie, más bien todo lo contrario, y por su afán de servicio a los demás, sin olvidarnos del amor a su familia. Trabajó en diversos oficios: fue camarero en los bares Jaque y Garito y en los pubs El Molino y El Lío; y, en los últimos años, ejerció como conserje: primero, en el colegio Virgen del Oro y, más tarde, en el colegio San Pablo, ganándose la estima y cariño de empresarios, profesores, padres, madres y alumnos.


Tradición abaranera


Digna fue su implicación en diversas asociaciones, como el Centro Ocupacional La Noria, La Carrahila y Caramucel. Allí trabajó en favor de los discapacitados físicos, dejando huella con su nobleza y compromiso por los más débiles. Amante de las tradiciones abaraneras, no faltó a ninguna romería de la Virgen del Oro, patrona del municipio.


Uno de sus buenos amigos, Pablo Rodríguez 'Fonda', recordaba «los conciertos de Bruce Springsteen y Silvio Rodríguez en Madrid con Paco 'El Churri', un sopero bueno del pueblo que se nos ha ido». Como carecía de carnet de conducir, se las ingeniaba para ir a Murcia desde el Cruce. Para regresar, su punto de partida era El Corte Inglés, a la busca de alguien que lo trajera a su casa.


Otra impronta de su personalidad es que tenía personalizados los nombres de los cientos de personas que saludaba a diario con un «buenos días o buenas tardes», bien caminando por las calles, bien con su inconfundible moto naranja.


Si emotivas fueron las palabras que le dedicaron los sacerdotes de San Pablo, José María Hidalgo, y de San Juan, Alberto Guardia, enternecedoras y desgarradoras fueron las de su hermano Jesús ante centenares de personas y con el féretro a sus pies: «El legado que deja mi hermano, de ayuda y felicidad a los demás, es insuperable, especialmente con los niños. Muchas gracias a todos».


Su madre, Mari Carmen, sus hermanos y el resto de la familia deben sentirse muy orgullosos de él. Descanse en paz.