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Pedro Luengo Mulet

MURCIA, 31 de julio de 2013

Un perfecto caballero, una gran persona y un excelente maestro

SALVADOR MARÍN

Pedro Luengo Mulet, murciano y catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad de Murcia, ya no está con nosotros. Sirva este obituario para glosar brevemente su labor, por el privilegio, la suerte de conocerle y recibir su magisterio y guía.

Volvió a su Región desde la Universidad Complutense de Madrid, donde se formó e inició en la docencia universitaria, para crear el Departamento de Economía Financiera y Contabilidad de la nueva Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales en el año 1981. Siempre será 'su departamento', porque fue él quien lo creó, unió, defendió y representó. Dedicó también mucho tiempo y esfuerzo a diseñar planes de estudio y a otras actividades docentes e investigadoras en esa Facultad que se acababa de crear.

En él se podía reconocer la autoridad del maestro en el sentido de «potestad», porque fue maestro de maestros. Fue la personalidad más importante en la enseñanza de la Economía Financiera y la Contabilidad en los últimos treinta años en nuestra Región. No hay economista que no lo recuerde como lo que fue, un perfecto caballero, una gran persona y un excelente maestro.

Me siento orgulloso de haber sido discípulo suyo, de sus consejos, de su guía, de su honestidad. Para mí ha sido como casi un segundo padre, así lo siento. Nos enseñó, además de las artes propias de la docencia y la investigación universitaria, a responder por la palabra dada. Si empeñaba su palabra ya nada le era más importante. Ahora se me agolpan los recuerdos con nostalgia y cariño. Recuerdo sus «Salva, he dado mi palabra», «lo más importante en esta vida es hacer el bien», «la carrera investigadora está muy bien, pero lo más importante son los alumnos» o «el jefe siempre no puede ser popular». Tenía también su temperamento, desde luego yo sabía cuando llegaba «torcido», aún así tenía tiempo para ti. Tendría para escribir un libro, cada conversación que teníamos era una clase en sí misma.

Trataba a los alumnos, a cualquiera que visitara su despacho -siempre abierto, siempre disponible- con respeto y confianza. Era fácil hablar con él de cualquier tema trascendente, con su famosa caja con caramelos de por medio. Entrabas a su despacho a consultarle algo formal o de rutina y acababas enganchado en una diatriba sobre los valores humanos o sobre el devenir de cualquier otra cuestión de la sociedad, con total naturalidad.

Don Pedro dedicó los últimos años de su vida a seguir haciendo el bien en otros ámbitos, su colaboración desinteresada en labores humanitarias y de ayuda a los demás ha sido extensa. En Jesús Abandonado colaborando en su comedor, en su puesto en «el mercadillo de los jueves» o su apoyo a los proyectos de la parroquia en los ámbitos financieros que él dominaba, y con los que desde luego no apabullaba a nadie, sino que los ponía a su servicio.

Concluyo con unos versos extraídos de un poema de Unamuno que dicen «..apóyate en mis hombros, confiaré al destino, veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo, te llevaré a la cumbre». Gracias por tu hombro, tu ejemplo y dedicación, maestro.