. Manuel Guillén López
MURCIA, 3 de abril de 2013
Mi padre, un trabajador incansable
PIEDAD GUILLÉN
Mi padre era un hombre de hechos, no de palabras. Nunca exigía ni pedía nada a los demás. De ahí que escribirle un obituario debería de ser algo sencillo, pues es lo único que me pidió, ¿verdad, Encarna? Entre risas, en el coche; entre chistes malos. Eso se me pegó mucho de él.
Me resultaba imposible escribirlo. Sin embargo, desde la lejanía, la culpabilidad de no cumplir un último deseo me atormenta. A 247 kilómetros de Sevilla, solo puedo recordar la primera estancia con mis padres allí, y su felicidad. Parece que fuera ayer..., vestidas con chaquetillas amarillas... Una gran parte de mí desearía volver a entonces para tenerlos cerca. Para abrazarlos juntos por última vez. Se han quedado tantas cosas sin decir... Como era: bueno, generoso, amable, discreto, luchador; siempre sirviendo y pensando en los demás. Gran hijo y hermano. El mejor padre. Quién era mi padre. Manuel Guillén López, 'el hijo de la Tahona', así lo conocen en mi pueblo. Nació un año después del comienzo de la Guerra Civil. Sus amigos le recordaban que había nacido el día del alzamiento. El mayor de nueve hermanos tuvo que dejar los estudios tras fallecer su padre, con tan solo 16 años. Según su hermana pequeña, mi tía Angelita, para ella fue un padre; algo que sienten todos sus hermanos, porque actuó como un padre en todos los sentidos. Viudo de María Victoria Parra Albarracín. Mi mamá... el gran amor de su vida. Padre de ocho hijos. Sacó adelante dos familias y la empresa. De ahí su conciencia sobre la economía familiar y la austeridad con la que vivió hasta el último día.
Era el mejor haciendo pan, pan de Calatrava y tocino de cielo, como buen hijo de panadero. Nadie logrará el éxito de esa receta. Decía que las cosas con amor saben mejor.
Tardé demasiado tiempo en comprender que era hombre de pocas palabras. De pocas palabras, pero de gran corazón. Un corazón que no le cabía dentro del pecho. También lo conocían como 'Manolo, el de la caja' (trabajó 30 años en la CAM, fue un duelo cuando lo prejubilaron). Trabajador incansable, tenía tres labores para poder sacarnos adelante a los ocho. Y un sufridor: no le contábamos ni un 'constipao', y aún recuerdo la bronca de esta Navidad porque no le conté algunas de mis 'hipocondrías'. Nunca comprendí su afición a la lotería, ni entendí por qué no gastaba un céntimo en él. Ni siquiera en un barquito, se conformaba con su amor a la pesca. Siempre tranquilo. Ni un lujo ni un capricho.
Es de ley decir que tuvo unos hijos, mis hermanos, que a mi juicio no pueden haber sido mejores, volcarse más, quererlo más, darle más, porque todo era poco para lo que se merecía. Y lo digo porque en esta familia somos de ese tipo de personas que siempre se echan la culpa por algo sin tenerla. Lucharon incluso contra el cáncer , y le robaron al tiempo dos años tras operarle en el IVO, al que siempre le estaremos agradecidos. Lo de cabezotas es herencia de mi gran mamá. Dos años que han sido un regalo, el mejor de los regalos. Como Pepe, no se puede ser mejor hijo ¡por Dios! Como Manolo, no se puede viajar tanto. Como Tono, no se puede tener más tesón. Como Yoya, no se puede estar más pendiente. Encarna... mi pequeñaja, su y tu bastón. Hagamos lo que dijo don Francisco: imitémoslo en lo bueno.
Nos pudimos despedir aunque no nos oyese, algunos creen que si. Le pedí al Cielo, que no sufriera ni un minuto más; y un último beso, un último abrazo. Y el Cielo respondió. Ahora, al mirar al cielo, no solo brilla una estrella, brillan dos con mas intensidad. Siento, papá, que el obituario no llegara a tiempo, siento haberte forzado con la comida y las pastillas los últimos días, siento no haberme dado cuenta, siento no haber ido el viernes. Pero sabes, y esto va por vosotros, que no hemos podido hacer más. Lo dijeron los médicos. Gracias, tío Antonio. No lo dudéis ni un segundo. Y si dudáis, Cris (te quiero), Ela (te adoro), Juanjo (gracias empañadas en lo sientos); Javi (amor), recordádselo. Todavía no me lo creo, pero sí tengo la certeza de que si hay Cielo, ahí están ellos. Felices y orgullosos de sus hijos.