Manolo Guillén Parra
Murcia, 13 de abril de 2023
Hacia las estrellas a través de las dificultades
PIEDAD Y ANTONIO GUILLÉN
Siempre anduviste mirando al cielo. Cada vez que cierro los ojos te veo sonriendo, con esa inmensa sonrisa insustituible. Guía, hermano, amigo, padre, tutor, catedrático... Eras tantas cosas a la vez y tan humilde. Incluso cuando viniste a casa a contarnos que te habían diagnosticado cáncer de esófago lo hiciste con una sonrisa, nada te paraba. Si solo un 20% de la población superaba ese tipo de cáncer, ese ibas a ser tú; pero Dios tenía otros planes para ti. Han sido unos meses muy difíciles. Tu estancia en la Fe y ver cómo te ibas ha sido horroroso. La distancia Murcia-Valencia y Valencia-Murcia se hacía durísima cada día, pero gracias a tu otra familia, y a Chimo y sus partes diarios podíamos llevarlo. Ahora entiendo tantas cosas... gracias. Como dijo tu mellizo Antonio en el velatorio, te fuiste con 17 años a Valencia para elegir una vocación de servicio a los demás y otra familia, pero nunca olvidaste a tu familia carnal
Las cartas por los cumpleaños, las navidades, la enfermedad del papá. Siempre has sido el mejor hermano del mundo, el mejor cuñado. Así te recuerdan Cris, Javi, Pedro, Ela y Juanjo. No sabría decirte quién te quiere más. También el mejor primo de los Guillén y de los Parra. Excelente hijo y nieto.
El mejor profesor, el mejor maestro, el mejor economista para Encarna. No he visto nunca tanta gente agradecida en un funeral ni tantas batallas de vida ¿De dónde sacabas el tiempo? También para estar pendiente de Yoya y cuidar a quien tanto te cuidó. No sé hasta qué punto eres consciente de lo que te quieren los chicos de La Alameda, Pau, y todos los demás. Gracias, por tanto. Gracias por cuidárnoslo tan bien. Gracias a la Fe por tener tanta fe en mi hermano; a sus enfermeras que con tanto cariño y devoción lo cuidaban, especialmente a Lucia que cambió su turno la última noche para estar con mi hermano. Gracias a los doctores Silvia Polo, Raquel Ferrandis, Carmona, Pablo Herrero y Dr. Vaqué, Gabriel Sales y Pérez. Y por supuesto a los sacerdotes, a todos ellos.
Un te quiero a mis hermanos porque vienen tiempos de duelo. Y uno fuerte para Pepe, que no quería dejarte marchar; pero tranquilo, está en el cielo. Seguro que allí arriba te han recibido con los brazos abiertos los papás, las abuelas Justina y Encarna, y otros muchísimos seres queridos que se han ido con el paso del tiempo. Los que pusieron la semilla de esta gran familia de la que tú siempre seguirás siendo luz y guía.