Borrar

Juan Megías Molina

Murcia, 14 de julio de 2012

In memoriam

MANUEL Mª CONTRERAS ORTIZ

Como ya informara este diario, el pasado día 8 de julio falleció a los 84 años Juan Megías Molina, expresidente del Consejo Jurídico de la Región de Murcia, entre otros cargos relevantes y, durante muchos años, abogado y profesor. Con la viva emoción de la noticia, pero también con la incredulidad mediante la que el subconsciente trata de hacernos escapar de situaciones temidas, pienso que Juan, mi querido Juan, ha sido un maestro, un amigo y un ejemplo.

No resulta fácil concitar tanto respeto y admiración profesional en una persona de vida larga e intensa como la suya, admiración que provino de quienes estuvimos cerca de él y de quienes no lo estuvieron tanto. Su actividad de jurista en la Administración autonómica no daba lugar a dudas ni a oscuridades, siempre tendente a preservar la justicia, la equidad y la seguridad jurídica, partiendo desde el más exquisito y cuidado manejo de la técnica. Su primera preocupación profesional, por encima de otras, fue apoyar a las autoridades buscando el valor legitimador que la comprensión y el respeto de la legalidad agrega a los actos del poder.

A lo largo de los años, su magisterio, inédito en gran parte pero transmitido en el quehacer cotidiano, recuerda por su auctoritas al de los jurisprudentes romanos clásicos y, por su profundo humanismo, a los autores renacentistas, amantes del progreso, propensos a la constante reflexión, y diestros en las más variadas técnicas y artes. Asombraba Juan por su extenso conocimiento del Derecho, que no se quedaba en el derecho administrativo, como podía apriori suponerse por ser su campo habitual de trabajo, sino que se extendía al derecho público y, sobre todo, al derecho civil, los cuales aplicaba con natural pericia desde unos profundos fundamentos doctrinales. Era un notable dibujante y disfrutaba con la música, no solo clásica. Sería imperdonable olvidar que entre sus habilidades figuraba ser un diestro cocinero que sublimaba el arroz con conejo.

Si se trata de destacar un rasgo de su actitud profesional, junto a la del estudio minucioso de los asuntos que llegaban a su mesa, fuesen contenciosos o consultivos, ése sería el de su lealtad a la verdad jurídica como aportación a la solución del problema planteado, sin aceptar que una realidad de diferente naturaleza, aunque legítima, subordinara a la excelsa tarea de dictaminar en derecho. Me puedo equivocar -decía- pero me equivocaré en Derecho.

No resulta fácil describir fielmente la personalidad de alguien que, como Juan, acumulaba rasgos de diferente carácter que, interrelacionándose, generaban matices propios, un conjunto de cualidades que lo distinguían como especial. Pero sí se puede afirmar que era bondadoso, recto, honesto, piadoso, humilde, disciplinado, sensible y comprensivo. Y muy inteligente.

Su punto de vista siempre enfocaba lo positivo, lo bueno, lo bonito, lo provechoso, aunque nunca ignorase lo negativo, lo malo, lo feo y lo despreciable y, además, conseguía convencer en cada caso particular y con explicaciones concretas de que esa perspectiva era la acertada. A partir de ahí, siempre tenía para los de su alrededor palabras de aliento y estímulo que, poniendo el acento en las virtudes del aludido, le ensalzaban con argumentos lógicos para acrecentar su autoestima y, si era el caso, mitigar el dolor en aquellos trances de la vida en que su presencia era inevitable. Y si eran momentos en que la palabra no era oportuna, como puede a veces suceder, su mera presencia fue consuelo eficaz.

Si era encomiable su capacidad para hacernos comprender -y relativizar- el verdadero alcance de las dificultades, su sentido del humor, rápido, fino y agudo, no le andaba a la zaga, y podía dar lugar a situaciones hilarantes en las que se desenvolvía con total naturalidad, sin permitirse jamás herir a persona alguna. Esas risas, lejos de ser meras anécdotas propias de momentos de relajación, forman parte esencial del legado y cobran especial valor cuando se advierte que, conforme al punto de vista que a él le gustaba adoptar, mas que perderle, hemos sido obsequiados con su amistad a lo largo de muchos años, y, si como dijera Cicerón, la amistad es el acuerdo con el amigo en todas las cosas divinas y humanas, hemos vivido un largo acuerdo.

En el fondo, y remedando a Fromm, podría decirse que Juan pensaba que la vida es un arte y que, por ello, requiere conocimiento y esfuerzo. De ellos y de una sensibilidad infinita nos dio ejemplo.

Descanse en paz.