Borrar

José Luis Barceló Frutos

Murcia, 20 de febrero de 2013

En memoria de un arquitecto y agricultor

ANDRÉS PACHECO

«Estaba el jardín en flor y el marinero se fue por esos mares de Dios»


El jueves nos dejaste, José Luis, amigo. Las manecillas de tu reloj vital se detuvieron inesperadamente y aún estamos mirándolas, por si su parada fuese transitoria, por si no fuese verdad que nos faltas. Nos resistimos a privarnos para siempre de tu hospitalidad, de tu buen humor, de tu sencillez, de tu sinceridad y, sobre todo, de tu autenticidad como persona.

Pero nunca olvidaremos las largas tardes en tu huerto de Totana, conversando de todo y con todos, escuchando buena música y disfrutando de los productos que cultivabas con tus manos. Te conocimos como agricultor, pues eso decías que eras, y pasado un tiempo descubrimos que también eras arquitecto, pero además, que eras un hombre culto, un aficionado a las artes y a las letras, un humanista.

Y es que nunca presumiste de nada, salvo de tu mujer y de tus tres hijas. Un día te fuiste desde Beniaján, tu pueblo, a Valencia a estudiar y, tras unos años, volviste a Murcia con tu carrera y con tu mujer, Carmen, una de las mejores, y más guapas, de la promoción. No perdiste el tiempo.

Pero otro día la puñetera crisis tumbó tu estudio y fue cuando decidiste trabajar la huerta, pasaste de dirigir las excavaciones de los terrenos a excavar la tierra con tus propias manos. Y tan feliz.

Eso sí, algunas veces nos comentabas con tristeza que quizás nunca más diseñarías un edificio, que estabas contento con tu actividad agraria, pero que añorabas la ideación y el desarrollo de proyectos arquitectónicos, tu verdadera vocación. Tenías razón, lo que intuías se cumplió. Pero nos dejas incólume tu gran obra, tu proyecto vital.

Tu familia y tus amigos, y hasta Turco, tu perro, ese callejero que adoptaste como compañero, seguiremos disfrutándote, porque te recordaremos lleno de vida, conversando y bromeando con nosotros, transmitiéndonos valores, haciéndonos felices a tu lado.

Como el marinero machadiano, vuelves a lo tuyo, creaste un jardín, lo embelleciste, y lo has dejado intacto para hacer lo que más te gustaba, tus proyectos, los que realizarás ya sin ataduras, sin premuras, sin crisis alguna que te agobie, en plena libertad. Porque si te admirábamos y te admiramos es, sobre todo, porque fuiste un hombre libre.