Jesús Rosell Zambudio
Murcia, 12 de enero de 2011
FRANCISCO BARTOLOMÉ
Bueno Jesús, pues nos la has jugado. ¡Y de qué manera! Hombre es que lo tuyo ha sido muy fuerte. Estuviste en nuestra imprenta el jueves diciéndonos que estabas bastante mejor; el viernes te vimos en la tuya que venías de enseñarle al médico unos papeles y el sábado por la mañana vas y te marchas de repente, sin decir ni adiós.
Lo dicho, una faena. Y, además, no sé si planeada. Seguramente tu marcha en fin de semana la llevaste a cabo así para no alterar el ritmo de trabajo ni en tu imprenta ni en la nuestra y el lunes a trabajar que aquí no ha pasado nada. ¿Fue así, querido amigo?
Después de veinte largos años de contactos diarios, acostumbrarnos a no contar con tu presencia nos va a costar lo suyo, porque nuestra relación no era simplemente de cliente a cliente. Esa fase hace años que la superamos. Éramos mucho más. No ver a Jesús corriendo calle abajo, calle arriba.
No verle pasar en la bici por nuestra puerta tocando la bocina cuando «iba a Murcia» (cuando se acercaba al Ayuntamiento), las carreras para terminar cualquier trabajo («que no cunda el pánico», decía), o cuando cualquier trabajo se complicaba y venía echo una furia diciendo «m'cagüen en los rennos» (cuanto más cabreado, más enes le ponía a 'renno').
En estos momentos en que estamos haciendo la revista de San Antón de la Cabaña, su espíritu está presente. Nos parece estar oyéndole: «sube el cuerpo a ese texto, más interlineado que los blancos hermosean, venga que tengo que ir a enseñar las pruebas». En fin, han sido tantas vivencias a su lado y que ahora me vienen a la cabeza que es difícil ejercer la capacidad de síntesis que requiere este espacio para poder expresarlas.
Se nos ha ido un hombre de bien, amigo de sus amigos y, sobre todo, una persona tremendamente generosa. Ha sido de esa clase de hombre que por donde ha pasado ha dejado huella. Orgulloso siempre de su familia, de sus amigos, de su murcianía, de su Real Murcia y su Barça, de lo que puedo dar fe.
Bueno, Jesús, no me queda más que pedirte que des fuerza a tu familia para poder asumir tu repentina pérdida y mandarte un abrazo muy fuerte allá donde estés en nombre de Compotex en general y mío en particular.
Un fuerte abrazo y hasta pronto querido amigo.