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Gregorio Sánchez Romero

Caravaca de la Cruz, 16 de octubre de 2013

Adiós, profesor

JUAN F. ROBLES


La ciudad se ha quedado sin uno de sus hombres más ilustres. Gregorio nació en Las Cobatillas (Velez-Blanco, Almería) pero su corazón siempre latió al amparo de la Vera Cruz y su mente estuvo al servicio de Caravaca y de su historia. La tierra natal de su padre le acogió desde los seis años y desde entonces su vida se desarrolló junto a la tierra que riegan las aguas de las Fuentes del Marqués. Aquí contrajo matrimonio y aquí nacieron sus hijos.


Tras obtener el título de Maestro de Primera Enseñanza y mientras ejercía la docencia en colegios de la localidad, obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras y se incorporó al Instituto San Juan de la Cruz, del que fue director. Numerosas generaciones de jóvenes caravaqueños han vivido de cerca su pasión por la Historia, y le han querido como profesor y persona. Inquieto, soñador, deportista y amigo entusiasta; atento a cuanto pasaba a su alrededor acabó comprometiéndose en política: encabezó la lista del CDS a la Alcaldía y fue concejal parte de una legislatura.


Gregorio no renunció a la historia de la Ciudad de la Cruz y siguió trabajando, ya desde su puesto de profesor, ya como ilustre historiador para desentrañar su pasado. Toda su actividad profesional giró, hasta su jubilación, en torno a la enseñanza. Durante una etapa fue también profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, la UNED.


Hombre culto, pronto decidió compaginar su vida como docente con la investigación. De su pluma salieron más de medio centenar de artículos especializados; autor de innumerables publicaciones dedicó uno de sus libros a las pedanías y su último trabajo «La Desaparición de la Cruz de Caravaca. Bases para la resolución de un enigma» (2012), que dedicó a su nieto Gonzalo, y cuyos beneficios se destinaron a Cáritas, es una prueba más de su inquietud por la Historia y del amor que sintió por esta tierra.


No es fácil hacer análisis racionales cuando la emoción te embarga el corazón, pero el ilustre profesor supo siempre mantener a raya al caravaqueño entusiasta. Sus trabajos sobre la concesión de indulgencias a la Vera Cruz o sus estudios sobre el Santuario le sirvieron para obtener el reconocimiento del mundo cultural e intelectual del municipio y de la Región. Puso en marcha el Instituto Municipal de Cultura de Caravaca, del que fue su primer director y se integró en la Real Academia Alfonso X El Sabio.


No faltó tampoco su condición de festero, asumiendo responsabilidades en el ámbito de su kábila, los Reales Halcones Negros del Desierto, del Bando Moro y del Bando Cristiano, donde militó en su juventud. Especialista en la etapa Santiaguista de Caravaca de la Cruz, participó activamente en conferencias, charlas coloquio y en cuantas exposiciones fue requerido. Desfilando se marchó, sin estridencias, en busca de «una estrella».