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Gracias por ser mi hermana

Murcia, 20 de marzo de 2015

Obituario. Amparo Gil Alcázar

En este momento, no sé por qué, necesito escribir. Será que el corazón me empuja a hacerlo. Es ahora, cuando ya no puedo mirarte a la cara, cuando te digo que te extraño, que has sido uno de los seres más hermosos que ha llegado a mi vida.


Me agobia la congoja pensando en todo lo que hiciste por los demás así, porque sí, sin pensarlo demasiado. No recuerdo haber dicho que te quiero durante muchos años, pero seguramente tú, siempre inteligente y generosa, me has comprendido.


Amaste la vida tanto como el que más, tuviste siempre la energía y el amor necesarios para luchar y vencer obstáculos. Fuiste para todos nosotros un árbol generoso, debajo del cual nos cobijábamos.


Escribo obedeciendo a un vano deseo de comunicarme, dejando por fin que muchos silencios revienten en palabras. Esta extraña fe mía me permite albergar el anhelo de que este mensaje viajará hasta ti y que tal vez, en algún punto del trayecto, el dolor de los abrazos no dados pueda irradiar luz y calor. Quizás donde tú estés puedas reconocerlos y con tu comprensión de siempre los recojas y los guardes contigo.


Porque, para mí, eras como una brisa suave: tierna, comprensiva, amable y amorosa. Tú eras la que siempre estaba pendiente del más pequeño detalle para consentir, para dar y para abrazar. Y cuando lo hacías, se alejaba el temor y todo era un poco mejor, más en calma.


Quizás nunca te lo dije, mi querida hermana, porque pensaba que sabías lo que siento. Que me siento orgulloso al sentirte como la hermana mayor que nunca tuve, que estábamos unidos en sentimientos bellos, que estábamos compenetrados en muchas cosas.


No estaré triste porque te fuiste, me alegraré por cada mirada que me diste y su imborrable recuerdo.


¡Gracias por dejarme estar en tu vida!


¡Gracias por ser mi hermana!


¡Gracias Dios, por la hermana que me has regalado!