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Fulgencio Rosique Navarro

CARTAGENA, 25 de mayo de 2013

La grandeza de la humildad

RAFAEL MARTÍNEZ ROA

Vivió como murió, con humildad y sencillez, sin una sola voz de queja o gesto de desolación, sin hacer ruido, sin molestar a nadie, dando su última lección magistral de entereza y nobleza.

Pencho, que ha muerto a los 97 años, nació en Los Roses de Cartagena un 30 de octubre de 1915. Su toma de posesión como funcionario público en Hacienda fue recogida por 'El Noticiero' del 20 de enero de 1935. Se jubiló a los setenta años por imperativo legal y recibió la Medalla al Mérito en el Trabajo en 1985.

También pasó por la política, siendo concejal y, a partir de 1971, primer teniente de alcalde con Ginés Huertas Celdrán.

Cuando su amigo Ginés fue nombrado presidente de la Diputación Provincial, a Pencho le propusieron ser alcalde y en un gesto de severa humildad cartujana y después de meditarlo decidió, junto con su Maruja, que lo mejor era renunciar. San Francisco de Borja decía: «Son grandes ante Dios los que se tienen por pequeños».

Después de su andadura política municipal, Pencho es elegido en 1983 diputado regional y nombrado vicepresidente segundo de la Mesa de la Asamblea. Y en julio de 1989 renunció, concluyendo la carrera política de una persona que en sus modos públicos y privados siempre se condujo sin dogmatismos, con un margen para la duda y, en todo caso, con tolerancia. Mira si era conciliador que, en ocasiones no sabías a qué partido pertenecía. También presidió la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena. El 9 de junio de 1990 recibió la Medalla de Oro de la Región.

Sin que jamás lo hubiera pretendido, llegó a convertirse en una especie de oráculo viviente, pero éste no estaba localizado en Delfos, sino mucho más cerca: en Los Navarros. Allí mientras vivió impartió para amigos, vecinos y conocidos sabios y pragmáticos consejos impregnados de un autóctono senequismo aljorreño.

Su pudor era incompatible con el brillo y las alharacas y si en algo exageró fue de sobredosis de sosiego porque hizo de la prudencia y la discreción su estilo de vida porque Pencho nunca se esforzó en aparentar más de lo que era y pese a sus escarceos como empresario y político, nunca le abandonó el diseño clásico de funcionario de toda la vida.

¡Escucha Maruja! Pencho nunca morirá porque ahora está repartido entre todos tus hijos, nietos y biznietos. Mi profundo cariño para ti y los tuyos, que somos muchedumbre.

«Las lagrimas más tristes que se lloran sobre las tumbas son por las palabras que nunca se dijeron». ¡Pencho, nos vemos!