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Fernando Martínez González

Otras localidades, 24 de abril de 2023

Adiós a una persona optimista

ANDRÉS PRIETO DE LA ORDEN

El pasado 4 de abril, en la madrugada del Martes Santo, fallecía Fernando Martínez González a los 97 años. Recibió cristiana sepultura en el cementerio de Bustarviejo, en Madrid. Licenciado en Derecho por la Universidad de Murcia, fue un hombre lleno de proyectos hasta el final de sus días. Natural de Pinoso (Alicante), se trasladó a Murcia con 22 años para cursar los estudios. Se casó en Murcia con María Dolores Rodríguez Castillo, hija del ingeniero industrial José Antonio Rodríguez Moreno y nieta del prestigioso arquitecto murciano José Antonio Rodríguez Martínez.

Fernando fue director del Colegio Mayor Covarrubias y del centro educativo Menéndez Pelayo de Madrid. En 1963 fue nombrado director del Colegio Mayor Ruiz de Alda de Murcia y, durante diez años, estuvo al frente del Centro Emisor del Sureste de RNE, en Murcia. En 1979 fue trasladado a Santa Cruz de Tenerife para seguir con su labor en la misma emisora. Regresó a Madrid en 1981, donde fue Magistrado Suplente de la Audiencia Nacional.

Durante su vida, fue un hombre comprometido, lleno de proyectos y siempre llevó Murcia en su corazón. Su calidad humana fue su distinción. Le encantaba el deporte. De hecho, se convirtió en un jugador incansable de tenis, aunque sentía un gran amor por el Real Madrid y el Real Murcia. Muy religioso y con una profunda fe católica, vivió con plenitud su vida y siempre valoró la amistad. Avanzado a su tiempo, pese a su elevada edad, manejaba ordenador, móvil... e incluso usaba Bizum, y compraba por internet hasta el pienso del perro y las pilas de sus audífonos.

Sus hijos aprendieron de él su optimismo. Incluso, en los peores momentos, siempre veía la parte positiva de cada situación. Gran jugador de parchís en las tardes de verano, con hijos y nietos, si no ganaba, se enfadaba.

Fernando deja esposa y una gran familia de seis hijos, con sus correspondientes parejas, y catorce nietos unidos por él y para él. Y una huella y un vacío en cada uno que le conoció. Era muy amigo de sus amigos, muy culto y le encantaba conversar. Era feliz contando sus vivencias en su sillón chéster. Siempre escuchaba atento y luego daba su opinión, cargada de lógica y razón, con una maravillosa dosis de sentido del humor, como persona inteligente que era. Descanse en paz Fernando. El día que falleció un familiar cercano afirmó que estaría charlando de teología en el cielo con los santos y echándole la bronca a Julina, su añorada y querida hija mayor, por haberse ido antes que él con esas piernas largas que tenía.