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Ernesto Salas Ortiz

Murcia, 27 de marzo de 2010

JOSÉ LUIS ORTÍN


Se nos fue Don Ernesto, un hombre esencialmente bueno y un magnífico profesional. Tenía en el conocimiento su sabiduría y en su sencillez la grandeza. Aunaba ambas virtudes sin que se le notaran a primera vista dada su parquedad de gestos y palabras y el gesto serio en el trabajo. Nada hacía presagiar, cuando se le trataba por primera vez, otras cualidades no menos importantes.
Le conocí en 1970 cuando entré en la entonces Caja de Ahorros Provincial de Murcia siendo él interventor general y me causó, como a todos, un respeto impresionante. Don Ernesto era el responsable de la ortodoxia normativa y de funcionamiento de la Caja.
Al poco tuve ocasión de tratarle más de cerca con motivo de una inspección que hizo a la oficina de Cartagena donde yo había sido destinado. Aquello duró una semana y nos hizo sudar tinta. Cuando acabó hicimos el sábado el camino de vuelta en mi 600.


Don Ernesto empezó a revelarse como una persona diferente al típico y severo interventor bancario. Antes de llegar a Murcia me invitó a comer unas alubias con chorizo en la vieja venta de Garcerán y allí descubrí que don Ernesto era genial. Me habló de la vida - yo tenía 19 años-, de los bancos, de las cajas y del gran futuro profesional que teníamos los pocos empleados de la Caja, entonces.
Don Ernesto fue el eslabón imprescindible entre el estilo austero de dirección de una Caja del malogrado don Juan Gascón y el más agresivo, comercialmente hablando, y decididamente bancario del recordado don Ángel Campos.
Y fue también el engarce perfecto entre la forma de actuar de don Ángel, un torrente casi vendaval de empuje hacia todos con su clásico «¡tire usted 'palante'!». Y el más analítico y se podría decir que científico de don Carlos Egea. Un tanden, con don Ernesto de fiel escudero, sin el cual no se explica el importantísimo crecimiento ordenado y exitoso de la Caja de Ahorros de Murcia en aquellos años cruciales para la misma. Y no sólo era un experto en contabilidad y en temas fiscales, sino que también entendía la importancia de la imagen para una Caja que pretendía ser la de todos los murcianos. Apoyó de verdad muchas iniciativas al respecto.


Su sentido del humor era paradigmático. Un sentido del humor que le hizo ser protagonista de muchas de las anécdotas que todavía hoy comentamos con regocijo los viejos compañeros cuando tenemos ocasión. Era capaz de recomendar que el gasto autorizado a un director de oficina como regalo en una prueba ciclista de un pueblo fuera: «...sí, sí, un jamón pero que sea de pata murciana» mientras movía jocosamente su bigotillo y, al tiempo, estar desentrañando los complejos vericuetos de cualquier circular del Banco de España. Genio y figura D. Ernesto Salas Ortiz.


Yo creo que cuantos tuvimos la suerte de trabajar a su vera y a sus órdenes nos sentimos un poco, o un mucho, huérfanos de maestro, como bien decía en la prensa Federico Ros. Y también creo que don Ernesto cuando le lleguen los elogios al cielo dirá que son tonterías. Sí, sí «toonterías». «Toonterías», Don Ernesto, pero muchas menos de las que usted. se ganó con nosotros. Guárdenos un sitio a su lado que, aunque sin prisa «¡ leche ¡», nos gustaría escucharle de nuevo.