. Ernesto Andrés Vázquez
MURCIA, 9 de septiembre de 2013
«Firme y saludo» por un asturiano ejemplar
CLEMENTE GARCÍA GARCÍA
Como militar que fue, a Ernesto hay que despedirlo en posición de «firme y saludo», cómo ya hiciera el Rey de España en una de sus últimas visitas a Murcia. Fui testigo de aquella emocionante escena, y su razón no habría que decirla, porque todos saben del magisterio que ejerció sobre el Soberano en la Academia General del Aire, en San Javier. Mi saludo, pues, querido amigo y siempre a tus órdenes porque a todos nos enseñaste desde la «autóritas con la que ejercías».
Siempre he reconocido el ejemplo que representabas en todas las actividades en las que te significaste. Personalmente he tenido la suerte de conocerte en casi todas ellas. Puedo testificar, desde el orgullo que me supuso tu amistad y afecto, aunque no logre trasladar el alcance del ejemplo que trasmitías. He sabido de la etapa política en tiempo no exento de dificultades, tanto como miembro de la Corporación Municipal de Murcia, como a nivel nacional. Recuerdo, como si se tratara de ayer mismo, tu carácter y firmeza en la defensa de esta tierra y frente a cualquier posición distinta, incluso las que detentaba el poder. También del rigor y afán que ponías en su exposición ante las instancias que fuere preciso. Pero esa forma de ser venía también inspirada por tu formación jurídica y por tu inspiración católica y apretada de humanismo cristiano. Todos esos valores te proporcionaban brillantez pero, sobre todo, capacidad para convencer a los demás. Una estela para analizar y copiar porque de seguirla nos iría mejor.
La última versión que guardo es la empresarial. Su dedicación a las organizaciones empresariales a través de la Federación de la Construcción y de la propia CROEM. Desde ellas seguía Ernesto empeñado en la defensa de esta tierra, de su desarrollo y progreso, ocupándose de los temas principales. Mostraba su proyecto de unidad y despertaba admiración entre los empresarios que requerían de sus opiniones y consejos. Los años no le pasaban sin atender la realidad. Mantenía la ilusión del primer día. Sin pretenderlo, ofrecía la imagen del líder necesario en cada momento.
Confío en que pasados unos días, sin el agobio que causa su fallecimiento, podré ser más explícito sobre la personalidad de un asturiano que, desde que llegó a Murcia, quiso quedarse para siempre entre nosotros. Fue extraordinariamente generoso con la Región. Una suerte que nos haya servido de ejemplo.