Borrar

En memoria de un notario generoso

Murcia, 16 de marzo de 2021

El pasado día 12 de marzo, de manera inesperada, al terminar su recorrido diario de mañana, fallecía una querida y conocida persona, de raigambre murciana y notario de profesión, sin despedida, como viene sucediendo con otros en este período de fallecimientos, coincidiendo con la implacable pandemia aún sin controlar por el mundo, aunque nada tenga que ver con ella.


Nacido en 1943 en Murcia, en cuya Universidad cursó seriamente la carrera de Derecho, tuvo que marchar a Madrid, forzosamente, para entrar en una academia de preparación de oposiciones a notarías, volviendo a Murcia en 1973 para culminar la formación con otro compañero convencido de otras posibilidades sin desplazamientos, a donde volvería ya como preparador de la academia a mediados de los 80, después de su periplo profesional inicial, y en cuyas intensivas reuniones mensuales rebajaba la tensión de las intervenciones con socorridas ocurrencias relajantes.


En 1975 entraría en el Cuerpo notarial e iniciaría su actividad en Valderrobres (Teruel), que marcaría para siempre, con buenas relaciones, el lugar donde guardaba sus experiencias de la carrera y parte del verano de descanso. Siguieron varios destinos acercándose a la capital de la Región, como Santomera, Alcantarilla, entre otros , hasta el año 1995, en que accedería a notario de Murcia.


Su actividad profesional responsable y constructiva fue indudablemente la notaría, pero su personalidad y apetencias fueron más extensas y variadas. No olvidaba su ascendencia castellana y las visitas a la solariega casa materna en Peñaranda de Bracamonte eran frecuentes, a veces más para actualizar su restauración que para poder disfrutarla, degustando con placer su exclusivo marrano de Bracamonte, sin olvidar sus repetidas visitas a Valderrobres.


Devoto de la Semana Santa


Su acción religiosa le llevaba a la participación absoluta durante toda la Semana Santa en tres cofradías aunque entregó casi todo el protagonismo a la Cofradía de Jesús, donde desempeñó cargos de responsabilidad. De allí pasaba a tradiciones más lúdicas, como el Entierro de la Sardina, junto a un Júpiter mitológico que repartía regalos a niños y mayores.


Ha sido un notario muy abierto, cercano a sus clientes, trabajador constante y de buenas relaciones con los compañeros de la academia de oposiciones de notarios y registradores, que le ayudaron en su día con consejos que él mismo compartió después, como los demás, desinteresadamente. Ya jubilado, ejercía el voluntariado en Jesús Abandonado.


Gran aficionado a la colección de sellos y de plumas estilográficas, tenía ejemplares de difícil logro, de los que presumía. Era obsequioso con los amigos y acogedor en su casa, debido sin duda a la generosidad de su esposa Emilia. También, padre de una familia numerosa, con cinco hijos. Su sueño empezaba hace pocos años con sus nietos.


Echaremos de menos sus chascarrillos, sus pitillos a escondidas. Sus asombros sobre la política. Sus comentarios de los líderes y sus afirmaciones de que cualquier año pasado era mejor.


Nos quedamos con su marcha sin una mesa habitual entre conocidos, casi convivientes según la nueva terminología, que ahora no puede montarse por falta de casi todos los hombres.


Con la esperanza de que alguna vez volvamos a vernos. Descansa en paz, amigo.