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El comisario que acercó la Policía Nacional a los ciudadanos

Murcia, 30 de diciembre de 2020

Fernando Uroz Boya, catalán de Ametlla de Mar, localidad en la que nació un 8 de agosto de 1940, falleció el pasado lunes en Murcia a la edad de ochenta años. Como tantos otros, Uroz se acabó enamorando de las tierras murcianas después de que el Ministerio del Interior lo designara en 1997 para ocupar el puesto de primer jefe superior de Policía en la Región. De manera que tres años más tarde, cuando pasó a la reserva activa el mismo día en que cumplió los sesenta años, anunció que fijaba en Murcia la que, hasta el mismo momento de su muerte, ha sido su residencia definitiva.


Como máximo responsable de la recién creada Jefatura Superior de Policía de la Región, Fernando Uroz tuvo que encargarse de la total transformación del cuerpo, que hasta ese momento había dependido orgánicamente de Valencia, dotándolo de autonomía propia para organizar la lucha contra la delincuencia en todas las ciudades murcianas con comisaría propia (además de Murcia, las de Cartagena, Lorca, Molina de Segura, Alcantarilla y Yecla). En el momento de la toma de posesión de su cargo, ya advirtió de que, a pesar de los graves problemas de escasez de plantilla que afectaban a la Policía Nacional en la Región, iba a poner todo su empeño para lograr un cuerpo mejor dotado, más efectivo y moderno y, sobre todo, mucho más cercano a los ciudadanos.


En los tres años que estuvo al frente de la Policía Nacional acometió algunas de las reformas más intensas que ha vivido el cuerpo en las últimas décadas, como la puesta en marcha de la policía de proximidad en Murcia, Cartagena y Lorca; la creación del Servicio de Atención a la Familia (SAF), que prestaba atención a las mujeres, niños, ancianos y discapacitados que habían sido víctimas de delitos; puso en marcha la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco) para dar respuesta a las grandes redes delictivas internacionales; se desarrolló el Plan Sur para la lucha contra las redes clandestinas de inmigración; se implantaron las denuncias por teléfono y vía internet; y se activó incluso un número de teléfono para la atención al ciudadano durante los periodos vacacionales, con los que se avisaba de cualquier incidencia ocurrida en los domicilios de quienes dejaban su teléfono. Con el llamado Plan Policía 2000, sobre el que confesó que «me ha dado muchos quebraderos de cabeza», se instauró en cada ciudad un servicio integral de prevención del delito y de investigación y resolución del mismo.


Uno de los momentos más delicados lo vivió con el triple crimen cometido por el asesino de la catana, el 1 de abril de 2000, quien masacró a sus padres y a su hermana con una espada japonesa. Por fortuna, el caso fue rápida y exitosamente resuelto por sus agentes.


Dotado de una gran humanidad, cercano y con sentido del humor, se adaptó maravillosamente a estas tierras, hasta el extremo de hacerle postergar en su corazón a la amada Lérida en la que transcurrió su juventud y parte de su carrera profesional, y no tardó en confesar que se sentía «un murciano de adopción». Descanse en paz este buen policía.