El alcalde que cambió los planes del Rey
San Javier, 26 de octubre de 2015
Obituario. Luis Antonio Ros Sáez
La sonrisa perenne de Luis Antonio Ros Sáez, alcalde de San Javier durante la compleja etapa de 1972 a 1979, se apagó definitivamente. Ya solo perdura en la memoria de sus familiares y amigos, que lo despidieron en la parroquia de San Francisco Javier, en la misma plaza que era su universo.
Ni siquiera cuando le ofrecieron un ascenso en Cajamurcia, la entidad bancaria en la que trabajó casi toda su vida, quiso Luis dejar la glorieta, donde era fácil encontrarlo tomando un café o charlando con algún vecino. Desde su edificio principal le tocó gobernar el municipio en los nada fáciles años de la Transición, por lo que en la historia queda como el último alcalde de la dictadura y el primero de la democracia, un difícil papel del que salió airoso con más de una anécdota memorable. Cuenta su hermano, Paulino Ros, una valiosa escena de los albores del Festival de Teatro, unos tiempos de ánimos políticos alborotados en que la libertad de expresión empujaba inexorable desde tribunas y escenarios. «Acababa de actuar La Cuadra de Sevilla y le propusieron al alcalde que actuara un cantaor, así que Luis, temiéndose unas letras llenas de soflamas políticas, puso sobre aviso a Pepe el electricista para que a una señal suya apagara la luz, y a Miguel el guardia para que bajara al cantante del escenario, pero estos no esperaron señal alguna del alcalde, y de pronto apagaron la luz y cuando se encendió, vimos al cantaor en el suelo encañonado por el guardia», relata el hermano.
El capítulo de su mandato que, sin embargo, más le gustaba contar a Luis fue el día en que hizo cambiar de planes al mismísimo Príncipe Juan Carlos. Reivindicaba el pueblo, con el alcalde al frente, por esos días un instituto para San Javier, que llevó al Ayuntamiento y un nutrido grupo de vecinos a preparar pancartas, amenizadas con coros y danzas en la plaza para la visita principesca. «Me dijeron que no pensaba visitar más que la Academia General del Aire, así que cogí el bastón de mando y me fui a la base militar a entregárselo como cortesía. Al rato, don Juan Carlos no sabía a quién devolver el bastón, así que preguntó y le dijeron que yo me había ido, pero él ordenó que la comitiva entera pasara por San Javier a devolverlo. Cuando llegó, tal como yo había previsto, estábamos esperándolos con toda la parafernalia, así que bajó del coche oficial con doña Sofía».
Durante su mandato, el Ayuntamiento compró los terrenos del Parque Almansa, se realizó la urbanización de la explanada Barnuevo y se instalaron los teléfonos en las zonas rurales.
Aficionado al ajedrez, la música y el senderismo, durante sus últimos años disfrutó de largas caminatas alrededor del Mar Menor, hasta que su enfermedad le obligó a bajar el ritmo, aunque no pudo doblegar su talante amable y su buen humor. «Esto de la crisis no es nada», decía a menudo sobre su combate personal con el cáncer. La plaza de San Javier le echará de menos.