Don Vicente Martínez Martínez
Cartagena, 15 de septiembre de 2016
‘Ambulanciero', empresario y, sobre todo, un buen hombre
Ángel Rodríguez García
CARTAGENA
Tuve el privilegio de conocer a Vicente Martínez a mediados de los años 70, cuando se abrió el Hospital Santa María del Rosell de Cartagena. Yo comencé a trabajar como médico en Urgencias y, posteriormente, en la UCI, y él acababa de comprar unas ambulancias y se iniciaba en el mundo del transporte sanitario. Desde entonces, hemos trabajado juntos en bien del enfermo, en conseguir no solo una rápida asistencia sino la mejor asistencia. Ello me permite dar testimonio de su valía profesional y de sus valores humanos, en estos momentos dolorosos de su partida.
Vicente nació en Canteras, para ser más exacto en una finca de Tentegorra, donde siempre ha vivido, donde creó su empresa y donde murió. Era chófer mecánico, soldador, un hombre inquieto, hasta que se hizo con unas ambulancias y encontró su mundo. No solo transportaba al enfermo, sino que se preocupaba por él, por sus condiciones, si había llegado bien y si se podía haber hecho más. Así lo conocí y comenzamos a trabajar juntos. No había nada, las ambulancias eran ‘1500' de techo bajo, una camilla y un camillero sentado a su lado. No se podía ni poner un gotero. Y empezamos a hacer cosas.
Comenzó a adquirir vehículos, a los cuales íbamos adaptando elementos de atención sanitaria, al mismo tiempo que él a través de otros ‘ambulancieros', igual de inquietos, crearon la Aena allá por el año 1978. Se acababa de aprobar la Constitución y estaba todo por hacer. En estos momentos es un sector estratégico, que crea empleo, en el que participan 25.000 trabajadores, más de 350 empresas y casi 10.000 vehículos. Vicente ha participado en congresos, reuniones y todo aquello que se relacionaba con el mundo de la ambulancia. Pero hubo que comenzar. Recuerdo cuando creamos la primera UVI móvil de España, una ambulancia con techo alto dotada de médico, enfermero y conductor, con todos los elementos necesarios para atender a un paciente allí donde se pusiera en situación crítica y durante su traslado. Y hubo que enseñar a conductores, enfermeros y médicos a trabajar la emergencia extrahospitalaria. Fue el inicio del Plan Copla, germen del 061 y actual 112. Y así su empresa, gestionada en unión de su mujer, Conchita Giménez, y, actualmente, con sus hijos Diego, Saly y Conchi, se fue haciendo cada vez más grande con una flota cercana al centenar de vehículos, ambulancias asistenciales, no asistenciales, Ucimóviles, vehículos de rescate y personal técnico para ello.
Pero todo esto no sería importante si no habláramos de su persona. Vicente siempre estaba ahí; era amigo de sus amigos y allí donde hiciera falta una ambulancia allí estaba él, incluso conduciéndolas. No importaba la hora ni el lugar de España, la ‘fiebre azul' (sus ambulancia eran blancas y azules antes de pasar a llevar los colores de la Consejería de Sanidad de la Comunidad Autónoma, de la que tiene una concesión) estaba en todas las carreteras del territorio.
Se nos fue de una manera discreta, serena, sin hacer ruido, como a él le gustaba. Por eso en su traslado al cementerio, todas sus ambulancias le acompañaron, llorando con el ulular de sus sirenas y las luces rojas de su corazón. Se nos ha ido un hombre bueno, un empresario, un ‘ambulanciero'.