Don Miguel Franco Sánchez
Murcia, 26 de diciembre de 2017
Obituario. Miguel Franco Sánchez
Miguel sabía sonreír con cercanía, y reír sin estridencias solapando timidez y picardía, moderado, cariñoso y formal como era; nunca faltó su acogimiento más personal a nadie.
También atesoraba la palabra oportuna, el comentario medido y el chascarrillo bienhumorado en recuerdo de cualquiera de las mil anécdotas de su vida ubérrima en vicisitudes de todo tipo, desde las más rurales a las institucionales, las financieras o las referidas a la cultura con mayúscula que le tocó vivir por las diferentes actividades profesionales que llevó a cabo con la ejemplaridad y la bonhomía por banderas.
Cuentista sin cuento, escribía como los ángeles y nos deja el legado de sus narraciones breves, como espejo de lo que debe ser contar una historia profunda e interesante resumida cuidando hasta el más mínimo detalle.
Alguien podrá pensar que escribo desde el cariño más subjetivo, pero muchos más, quienes le conocían de más o menos cerca, saben que aparte que desde la amistad y la pena por su pérdida hablo desde la verdad más rigurosa. Hombre sin dobleces, aun habiendo vivido y navegado las aguas a veces turbias de la apariencia que exige el deber de estar, al lorquino de pro Franco le brotaba innato no solo el saber estar sino el natural querer ser siempre el mismo Miguel amistoso, cierto y elegante de siempre; el mejor representante de cualquier institución, empresa o grupo social que deseara ser de primerísima división.
Se me agolpan los recuerdos profesionales y personales de quien antes que jefe y compañero supo y quiso ser siempre mi amigo. Amistad que intenté corresponder también siempre por sentirla en el alma, tal y como ahora siento su adiós eterno, porque en ella crecieron tantas cosas buenas que ahora se han ido, como versificara nuestro insigne archenero Vicente Medina en su entrañable 'Cansera', aunque algunas de ellas seguirán iluminando mi vida; la lealtad, por ejemplo.
Infinidad de anécdotas compartidas durante quince años pujan por aflorar en estas líneas entristecidas que hoy le dedico a Miguel, pero quedarán para siempre como él querría, prudente como también era, entre los amigos que compartimos tanto. No obstante, me resisto a no hacerle justicia señalando que fue el precursor de la gran imagen que alcanzó aquella pequeña Caja de Ahorros Provincial de Murcia, con el «tu ahorro para tu pueblo» que él inició a mediados de los setenta del siglo pasado, y la CajaMurcia que algunos acabamos también con su imprescindible concurso diez años después, ahora lamentabilísimamente desaparecida. La Obra Social y Cultural de la Caja fue otro de sus hitos profesionales, engrandecida también después por otros compañeros; historia viva todo ello de la Murcia más reciente, fecunda y orgullosa para tantos.
A quienes le quisimos nos queda el recuerdo íntimo de un amigo sin esquinas, como a su familia les debe consolar su ejemplo de hombre íntegro y de bien y machadiano ejemplar, pues Miguel Franco era, como versificó don Antonio, «un hombre, en el mejor sentido de la palabra, bueno».