Borrar

Don Juan Antonio Pinar Aráez

Murcia, 10 de febrero de 2018

No encuentro palabras para expresar lo que sentimos. Juan Antonio Pinar Aráez nació en el municipio de Alguazas, el 3 de mayo de 1937, y falleció el 10 de febrero de 2018. Nos has dejado, pero tu espíritu, tu legado, queda entre nosotros. Fuiste un hombre creyente y, sobre todo, coherente con tu fe. Un hombre honesto, pleno en valores, fiel esposo y excelente padre de familia, siempre servicial y disponible para ayudar en cualquier necesidad. Fuiste un hombre identificado con tu pueblo, donde echaste raíces profundas, fiel a la tierra que te vio nacer, pero abierto a la humanidad entera. Excelente profesional, trabajador y sensible con las necesidades de los demás.


Fuiste un hombre solidario con los pobres de la tierra. Creaste la Asociación Amigos de Guatemala para contribuir al desarrollo de los indígenas y marginados de este bello y sufrido país centroamericano. En ti se cumplen aquellas palabras de Jesús: «Venid y recibid el Reino preparado para vosotros, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba enfermo, sin techo, sin ropa y me ayudasteis...». Estas palabras se hicieron vida en ti. La solidaridad fue para tí la expresión del amor que caracteriza al seguidor de Jesús.


Por eso, tú no has muerto. Sigues vivo en tanta gente a la que tú ayudaste. Por eso, hoy, desde el obispo guatemalteco Monseñor Álvaro Ramazzini hasta los niños indígenas pobres a los que tú has venido apoyando, hoy se unen en plegaria, junto con los santos y los ángeles, dando gracias a Dios por tu vida.


Te has ido, pero te quedas para siempre entre nosotros. Para ti ya no existe el tiempo. El tiempo es nuestra manera de entender y medir los años de vida. Pero tú ya trascendiste el tiempo y entraste en la eternidad. Has resucitado con Cristo Jesús. Vives en un presente permanente, en donde ya no existe el pasado ni el futuro. Vives en el hoy eterno de Dios, donde ya no hay sufrimiento ni lágrimas, porque todo es felicidad.


Con tu vida nos enseñaste que en este mundo todo pasa, pasa la lozanía de la juventud, pasan las alegrías, pasan las tristezas, pasan las crisis, pasan las cosas, todo, todo pasa menos el amor. Tú fuiste un hombre que amaste y serviste a toda clase de personas, sin distinción alguna. Te ganaste el cariño de cuantos ayudaste. Asumiste la enfermedad con resignación y entereza. Has sido dichoso porque has concluido tu vida rodeado de las atenciones, cuidados y cariño de tu esposa, hijos, nietos y de cada uno de los miembros de toda tu familia.


Juan Antonio has dejado este mundo. Cerraste los ojos para ver mejor. Muriendo, ves lo que nosotros no vemos: los espacios infinitos del mundo y los secretos más escondidos de la vida. Has traspasado el umbral de la historia, has superado sus ruidos y oscuridades y has penetrado en el silencio elocuente de Dios. Es por eso que confesamos, en medio del dolor de la separación, que eres bienaventurado.


Te fuiste desafiando a la muerte y entraste en la fuente de la vida y del amor, el corazón de Dios en el cual existimos. Tu partida de este mundo nos está diciendo que somos peregrinos, que nuestra morada no está aquí, que vamos caminando, ligeros de equipaje, hacia otra vida, la definitiva. Eres dichoso, porque ya has participado plenamente de la resurrección de Cristo Jesús, que no es privilegio exclusivamente suyo, sino que es el destino que aguarda a todos los que poseen su espíritu, los que como él y con él han pasado por el mundo amando y haciendo el bien.


A mi hermana Anita, su esposa, y a sus hijos -Eduardo, Fernando y Encarni-, y a sus nietos -Eduardo, Alejandra, María, Adri y Álvaro-, os digo que podéis estar orgullosos de él. Aunque haya fallecido, no ha muerto. Él sigue vivo en vosotros. Que vuestras lágrimas sean de agradecimiento y de esperanza.