Don José Antonio Tomás
Jumilla, 6 de noviembre de 2017
Obituario. José Antonio Tomás
Cuando miro mi niñez -patria a la que regreso añorante tantas veces-, veo paisajes y personas que, como por milagro, se me acercan en forma de imágenes recordadas. La Plaza de Arriba, donde luce el Concejo. La silueta de la Iglesia Vieja. Los muros rústicos del Castillo, en lo alto del cerro pelado. También son visiones recurrentes la fachada del Teatro Vico, el redondo Jardín del Rey Don Pedro, un trujal donde hierve la sangre de la Monastrell, el 'caracol' tamborilero de los Armaos, el Monte de Santa Ana con el Cristo Amarrado, de Salzillo, adivinado entre pinares y cantar de agua que corre. La acostumbrada Jumilla.
Esta policromía del recuerdo es solo una ligera muestra de ensoñaciones y vivencias, propias y ajenas. Hay muchas más. Uno, en sus postrimerías, cree llevarlas todas, aunque revueltas y desordenadas, en su cabeza. Y hasta da por bueno que son suyas. Pero no es como pensamos.
Solo en José Antonio Tomás, el fotógrafo de las buenas maneras, se da el gozoso privilegio de ser depositario de la cosecha de paisajes y sucesos que componen la verdadera Jumilla histórica.
Así nos lo corrobora su firma en letra inglesa, que reza: José Antonio, estampada con sello manchado en tampón de tinta azul.
Los paisajes y acaecimientos que componen el ser y el existir de la ciudad -desde aquellos vivires tan difíciles que echaron a andar en la postguerra- se nos escapan finalmente de nuestra memoria individual y colectiva, como humo entre raspajos. Únicamente José Antonio ha dejado como herencia preciosa el baúl donde se reposa, como si fuera un vino joven, la historia gráfica de Jumilla, durante el largo periodo en que la vida, difícil en la adolescencia, lo premió matrimoniándolo con la cámara.
A lo que es el tesoro inmaterial de celuloides guardados a miles por José Antonio en latas como de conserva, hemos de añadir, para hacer entera justicia, la presencia amable de su persona.
Cronista puntual de su pueblo y sus gentes, cercano y cordial, discreto, sencillo, eficaz y jamás inoportuno, se nos ha muerto José Antonio, dejándonos una herencia preciosa: la narración fotografiada de lo que fuimos y hasta de lo que nos habría gustado ser.