Carmen Calero
Otras localidades, 10 de enero de 2025
Carmen de Chimo
J. A. RUIZ VIVO
«De madrugada te buscaré», reza el Salmo 63. Y de madrugada se nos ha marchado Carmen Calero, Carmen de Chimo. Para serte sincero, hace casi cinco años que Carmen se nos estaba yendo y quienes andábamos muy cerca de ella hasta lo veíamos venir.
Carmen comenzó a irse cuando Chimo García Cruz, nuestro Chimo y sobre todo su Chimo, cruzó al otro lado semanas antes de que estallara aquella pandemia paralizante porque, tal y como andaban y andan las cosas, el Buen Dios necesitaba, necesita, un tipo preparado para sugerirle buenos titulares y hacerles el cuadernillo a sus ángeles mensajeros.
Y allá que se nos fue Chimo. Y acá que se nos quedó Carmen sin otros ánimos que los de vivir de la añoranza, de sus recuerdos, de su amor imperecedero y, por tanto, inmortal a su «gordo» (curioso apelativo que se dedicaban uno y otra pese a ser ambos de escueta figura). Carmen, que tenía entrada en todos los corazones, encontró, eso sí, en su familia, en sus hijos, Alejandra y Pati, sobre todo en su pequeña nieta un asidero donde agarrarse a la vida mientras pudo.
Pero su salud iba flaqueando al ritmo de aquellos versos de Gabriela Mistral que golpean mi memoria a la hora de redactar este obituario de urgencia: «Este largo cansancio se hará mayor un día/ y al cuerpo dirá el alma que no quiere seguir/ arrastrando su masa por la rosada vía... esperaré que me hayan cubierto totalmente... ¡ y después hablaremos por una eternidad!».
En estos últimos años, en efecto, en Carmen había mucha ternura hacia los suyos combinada con la angustia noble del llanto ausente, reprimido dignamente mientras lo permitieron sus fuerzas. Carmen, de Chimo, Calero se nos ha ido con el amor que aún duerme bajo esos párpados que se cerraron para siempre.
Tuvo a su lado no solo a un periodista múltiple, sino a un espíritu múltiple. Fue la compañera inseparable de un escribidor brillante y un analista magistral, como bien sabemos quienes nos gozábamos con su firma en estas páginas. Y toda esa excelencia que Chimo pudo alcanzar durante su carrera profesional tuvo en Carmen una cómplice indispensable.
«¿Qué hubiese sido de mí sin mi 'gorda'?», me solía preguntar de pesquera en Percheles o comiéndonos una sardinada del Sebas, su suegro, a la orilla de la mar no nos vinieras a buscar. Ahora vuelven a estar juntos en esa otra dimensión donde el amor, su amor, es luz inagotable. Descansad juntos. Descansad en paz.