Antonio Vera Fernández
MURCIA, 9 de abril de 2013
Un segundo más de vida, por favor
DIEGO VERA
Esa cruel enfermedad cuyo nombre produce escalofrío nos acaba de arrebatar a un hombre bueno. Y lo hace en una primavera murciana en flor donde a la luminosidad creadora y creativa de esta tierra se una la música, la fiesta, el olor a azahar… la vida.
Le recuerdo en su infancia, niño feliz en unos tiempos difíciles, pero dentro de una familia formada por padres y cuatro hermanos cuyos corazones latían al unísono, siempre juntos como una piña, sin fisuras.
Recuerdo su servicio militar, cuyo cumplimiento le llevó al antiguo Sáhara español, donde le tocó sufrir la Marcha Verde, promovida por Marruecos para hacer suyo aquel territorio. No sufrió entonces por el riesgo que conllevaba su presencia allí, sino por el sufrimiento que causaba a sus familiares, aquí, en Murcia, a tantos kilómetros de distancia y sin tantos medios de comunicación como los que tenemos hoy.
Le recuerdo sacrificando su propio futuro profesional para no abandonar a sus padres que, ya en edad avanzada, necesitaban de alguien que les echara una mano en su puesto del mercado de Verónicas.
Recuerdo su sufrimiento cuando la felicidad le fue esquiva en un momento de su vida compartida y su inmenso cariño hacia la persona amada quedó como ese tren que cantaba Serrat evocando su mocedad: roto entre dos estaciones…
Le recuerdo incapaz de hablar mal de nadie. Siempre encontraba una justificación incluso para lo injustificable. Y si no la tenía, para eso estaba el perdón, o el olvido.
Recuerdo la entereza con que hace poco más de un año recibió la explicación del cirujano que le operaría y que trazó sobre el dibujo del aparato digestivo el largo tramo que tendría que amputar para luchar contra ese mal que en él se había cebado de manera inmisericorde.
Se ha ido de este mundo sin molestar a nadie. Le recuerdo un día antes de su muerte, en un hospital de Murcia, cuando ninguna posición le resultaba llevadera y las enfermeras y los familiares que le acompañaban le decían que se echara en la cama, para descansar de tanta fatiga, de tantos dolores que los fármacos apenas atenuaban. Pidió a todos que le dejaran de pie un segundo más, por favor, por favor…
Su mente iniciaba su entrada en esos callejones sin salida del cerebro, pero su educación y su estilo hacían que, hasta última hora, pidiera las cosas por favor, sin molestar a nadie, sin llevar la contraria a nadie, sin desairar a nadie…
Creo que nunca llegó a pensar en la muerte. Tenía fe en que el cambio de estrategia en la lucha contra la enfermedad tendría resultados positivos. O quizá es que su corazón era tan grande que no cabía en él la crítica, ni siquiera a esa muerte que ya no dejaría su presa.
Recuerdo todo esto, y su inmenso amor por su hija, por su familia, por sus compañeros de trabajo, por sus amigos…
Recuerdo todo esto porque la persona que se ha ido era mi hermano… Que allá donde esté pueda encontrar ese segundo, por favor, porque aquí, en la tierra, la vida no fue justa con él.