Adiós para siempre a una persona única
Murcia, 13 de enero de 2021
ObituarioManuel Germán Lozano Teruel
Manuel Germán Lozano Teruel (Murcia, 1947-Moratalla, 2021), médico digestivo, fallecía el lunes en un fatídico accidente por culpa de las nieves cuando regresaba a su casa en su querida Moratalla, tierra natal de su madre, Flora Teruel, y tierra de adopción para él y para toda la familia. Moría «en acto de servicio» cuando volvía de atender a sus pacientes. Porque, aún jubilado, nunca dejó de ser médico y eran, éramos muchos los que lo buscábamos para que, con su buen ojo clínico, nos curara cualquier molestia que nos pudiera aquejar.
Su vocación y su pasión era cuidar de las personas y cuidar de sus animales. Allí, en su bello rincón de la sierra de Moratalla, con sus caballos y sus perros, sus gallinas, sus conejos y sus arbolicos, donde nos reunía a toda la familia y a tantos amigos convocados por su jovialidad y pródiga generosidad. Su genialidad única le había llevado a construir un mundo propio en aquel entorno natural, maravilloso en su extravagancia.
Los más pequeños de la familia correteaban junto a él para que los subiera en el burro 'Remigio'. Él disfrutaba con cabalgatas a la luz de la luna y veredas. Acababa de plantar ochenta olivos y quería hacer su propio aceite, me contaba, con esa voz tan peculiar que le caracterizaba. Yo le traía estas Navidades un libro de recetas de cocina de Montilla, el pueblo de la familia de mi mujer, para que cogiera ideas para uno que él andaba escribiendo con recetas tradicionales moratalleras. Esta primavera íbamos a plantar endrinos y me iba a enseñar a hacer pacharán.
Manolo Lozano fue médico, un gran médico. De esos médicos que no podemos perder, porque antes que especialistas –dicen, quienes más saben, que era un gran médico digestivo– son médicos generalistas. Médicos que conocían la última tecnología y sabían aplicarla, pero que no se dejaban seducir por ellas. Porque, ser médico, como nos ocurre a los docentes, exige mirar a los ojos de las personas.
Contaba que dejó de llevar reloj un día que se dio cuenta de que lo miraba mientras pasaba consulta por si iba con retraso. Y a un paciente había que dedicarle el tiempo necesario, sin alarmas. Se formó en la Clínica de Navarra pero siempre ejerció en Murcia. Fue director médico de la Arrixaca, aunque su lugar era en primera línea. Después de años de servicio en la sanidad pública, fundó una clínica que diseñó con ilusión.
Era una persona culta, curtida en variadas y amplias lecturas, pero sin academicismos ni petulancias eruditas. Era una persona íntegra, con un arraigado sentido de justicia social. Lo había heredado de su padre, Antonio Lozano. Su seriedad y delicadeza como médico contrastaba con lo castizo de su personalidad, lo que hacía de él una persona única. Descansa en paz y que el recuerdo de tus generosos actos nos sirva de guía.
GERMÁN M. TERUEL LOZANO, SOBRINO DE MANUEL LOZANO.