Adiós al indiscutible maestro de la reumatología murciana
Murcia, 1 de marzo de 2016
Obituario Pedro Castellón de Arce
Pedro Castellón nació en Santiago de la Espada, pero pronto se vino a vivir a Murcia, donde más tarde se casaría y desarrollaría su vida profesional. Cursó sus estudios de medicina en la facultad de Granada y posteriormente la especialidad de Medicina Interna y de Reumatología en la Clínica Nuestra Señora de la Concepción de Madrid, bajo la dirección del doctor Jiménez Díaz. Con 'Don Carlos', como le llamaba, se formaron las primeras generaciones de especialidades derivadas de la Medicina Interna, entre ellas la Reumatología.
Tras volver a Murcia, fue el primer reumatólogo con plaza hospitalaria en el primitivo hospital de la Arrixaca (La Arrixaca Vieja), hasta su posterior traslado a la nueva Ciudad sanitaria Virgen de la Arrixaca.
Pedro siempre tuvo una memoria prodigiosa que le permitía retener cualquier texto con solo leerlo unos segundos, por esto es fácil comprender sus extenso conocimiento, no solo en el campo de la medicina, sino en los de la literatura, la historia, el deporte o la música, que fueron también algunas de sus aficiones preferidas, junto a los perros.
Ese vasto conocimiento científico, unido a una magnifica capacidad de observación y un gran sentido común, hicieron del doctor Castellón único excepcional, fantástico hacedor de cercanía con los enfermos y uno de los mejores reumatólogos del país.
Pedro no fue amante de congresos, ni de reconocimientos oficiales. Huía de las componendas y de los presuntuosos y no toleraba la incompetencia. Sin embargo, pese a esa fobia por los reconocimientos, podemos afirmar con orgullo y satisfacción que Pedro Castellón ha sido de forma indiscutible el maestro de la reumatología murciana.
Decía Pedro-Pons en su discurso de ingreso en la Real Academia de Medicina que, para que un profesor pueda considerarse un maestro, no basta haber dictado muchas lecciones magistrales, sino que tiene necesariamente que formar escuela. Maestro no es un título universitario. Puede serlo quien está fuera de la universidad, y se puede negar a bastantes que integran la actual y endogámica universidad española.
El Dr. Castellón nunca tuvo ninguna titularidad universitaria, ni falta que le hacía, pero el calificativo de maestro puede aplicársele con toda justicia. Con él aprendimos todos los reumatólogos que hoy trabajamos en los distintos hospitales de la comunidad de Murcia. Como jefe de sección y posteriormente de servicio, Pedro siempre supo dirigirnos con una autoridad moral, entendida como una aceptación espontánea y voluntaria de su superioridad intelectual, muy lejos de la imposición. Esto hacía que entre nosotros prevaleciera el compañerismo.
Recuerdo con emoción las famosas y queridas sesiones clínico-deportivas en las que Pedro, como todos los grandes maestros, nos hablaba casi a la vez de un nuevo tratamiento médico, del ultimo movimiento de la sinfonía nº 5 de Shostakovich, del recitado de alguna copla y como no, de las hazañas de Butragueño o de Raúl. Volviendo muchas veces de nuevo al tema inicial de la conversación, por lo que alguien que no estuviera acostumbrado a sus soliloquios, podía quedarse desorientado.
Pedro tenía además una proyección humana extraordinaria. Fue un amigo y a veces hasta un padre, al que podíamos confiarle todos nuestros problemas e incertidumbres vitales. Con él siempre encontramos apoyo, consejos y comprensión.
La vida es a veces paradójica y a un sabio como Pedro, al poco tiempo de jubilarse, su memoria prodigiosa le abandonó casi de repente, despojándole durante todos estos años, de todos sus recuerdos y vivencias. Fue una muerte adelantada, en la que su esposa Maria Luisa, junto con sus tres hijas y allegados, han mantenido ese doloroso trance con una notable dignidad y entereza, cuidándolo con esmerado mimo, hasta que su cuerpo también lo ha abandonado.
Quienes fuimos sus discípulos debemos percatarnos de lo afortunados que fuimos al tener la oportunidad de trabajar con alguien como él. Nos toca ahora, imprimirle a las nuevas generaciones un nuevo y vigoroso impulso. Orientarlos con esos valores que aprendimos de Pedro, hacia el avance de la ciencia. Mostrarnos como dignos sucesores de este gran hombre, sincero creyente en el progreso humano por la vía de la cultura y del saber.
Tus compañeros y amigos.
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