Una vida dedicada a la fotografía
Cartagena, 11 de septiembre de 2018
Obituario Pepe Albaladejo
Hola Pepe. Empiezo a escribirte con lágrimas en los ojos, pero no podía dejar pasar la oportunidad de darte las gracias. Darte las gracias por dejarme estar a tu lado durante estos años. Nos conocimos hacia el año 2000 y, poco después, ya me invitaste a una exposición en el Cante de las Minas. Con lo que sacamos solo nos dio para una cena, pero nos daba igual. A ti te gustaba hacer equipo, y cuando lo conseguías eras feliz.
No puedo olvidar un favor que me hiciste en un momento duro de mi vida. Ahí fue cuando descubrí el gran corazón que tenías. Luego, más adelante, intentaste hacer una gran exposición colectiva con los fotógrafos de prensa de la época y nos hicimos una foto mítica en el estudio de Saga. En ella salía el gran Carlos Gallego, Moisés, José María Rodríguez 'El Momia', Antonio Gil, Javier Conesa, Saga, Pedro Martínez y yo. Al final no conseguiste que nos hicieran la exposición, pero lograste juntarnos.
Vivías para trabajar y para defender los intereses de tu familia. Luchabas para que se nos reconociera nuestro trabajo en cualquier situación; a tu manera, claro. Por eso el eslogan 'Fotógrafos en lucha' te lo traspaso, para que allí donde estés sigas luchando. Ya por el año 2009 celebramos, después de ciertas rencillas entre fotógrafos, la 'Momy's Party' en la casa de Perico, con las mujeres y novias de entonces. Fue un gran reencuentro, que seguimos recordando con cariño.
Lo que me gustaba era sacarte una sonrisa cuando habíamos tenido algún roce, dígase llegando a la una de la madrugada a tu casa en Nochevieja, con una botella de vino dulce, o apareciendo el día de tu cumpleaños para celebrarlo en un bar de Santa Ana con unos cortados.
Recuerdo cuando decías que, en las Fiestas de Carthagineses y Romanos, lo ideal sería que fuésemos los fotógrafos de prensa (que somos profesionales) los que trabajáramos para los festeros, ya que cubríamos todos los actos para nuestros medios. Al final lo conseguimos y formamos un gran equipo con Felipe García Pagán y Juan Carlos Campoy.
Cómo te vamos a echar de menos el primer día de fiestas, después del pregón, cuando salías en la moto con Felipe o conmigo escopetado para pillar el corte de cinta y luego ir a la carpa de protocolo, juntarnos y empezar nuestra noche recorriendo los campamentos haciendo fotos.
Y qué decir de la Semana Santa. Eras incansable, durmiendo en la Partner, si era necesario, en las noches del Socorro y el Encuentro. Precisamente el Encuentro era otro momento nuestro, siempre buscamos sitios altos para hacerlo, hasta pensamos en poner una grúa. Pero la anécdota que siempre recordamos es una vez que nos metimos en una casa donde dormían varios inmigrantes marroquíes. Uno de ellos nos abrió la puerta con legañas en los ojos y nos llevó al balcón, nos dejó allí encerrados más de una hora, vigilando desde dentro. Pensaría: '¿Estos locos qué hacen a las cinco de la mañana por aquí?'.
Mítico era, al acabar el Encuentro, tomarnos un asiático en el bar Sol, con Felipe y Saga. Y, cómo no, el Cante de las Minas, tu segunda casa. Fue un contratiempo que te quitaran el título de fotógrafo oficial del festival, pero tú aguantaste y seguiste colaborando con la Agencia Efe para continuar yendo. No sé con quién me seguiré tomando esas pizzas y esas coca colas para aguantar.
Tampoco podré olvidar cuando me hiciste el barco que te encargué para mi belén. Me dijiste: «¡Estás loco! ¿Cómo vas a poner un barco en el belén?». Ya lo sé, soy un friki ateo que quise representar el puerto de Cartagena en él. Si vieras el puente que he hecho para este año...
Pepe, son muchos los momentos y anécdotas juntos. No sabes lo que te estamos echando de menos. Seguirás con nosotros siempre. Ahora recuerdo que el único sencillo homenaje que te hicieron fue en la clausura del Fútbol Base en el Cartagonova. Me acuerdo con qué orgullo y alegría me lo contabas. No te preocupes, que conseguiremos el homenaje que te mereces en tu casa: el Palacio Consistorial. Allí estaremos todos los que te queremos.
Me despido con lágrimas en los ojos, pero de alegría por haberte conocido, por ser mi amigo y compañero incansable. Me dejas un hueco muy grande y la mente llena de recuerdos bonitos. Te lo agradeceré siempre. Hasta pronto, amigo.