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Una buena persona

Moratalla, 6 de febrero de 2019

Obituario Pedro José García

Hace más de un cuarto de siglo recalé en Moratalla. En dos ocasiones anteriores, mi labor periodística me había llevado a esta hermosa población murciana para dos actos puntuales, ahora lo hacía con sentido de permanencia.


Me ató de manera definitiva a esta tierra una familia que encabezaba la persona a la que acabamos de dar el último adiós en una mañana fría y ventosa de invierno, un viejo roble herido que hasta ahora había conseguido la proeza de no ser abatido. Esa familia me ofreció no solo su casa, sino, lo que es más importante, su amistad, su cariño, su generoso sentido de la hospitalidad. Y al frente de la misma, quien acaba de dejarnos en cuanto a su presencia física, no en cuanto a su recuerdo.


Era una buena persona, con esos méritos que reconocemos en cuantos seres pensamos que están revestidos de valores como la humildad, la sencillez, la generosidad, el desprendimiento, la solidaridad. Sus dos grandes pasiones fueron siempre su familia y el trabajo. A la primera volvía presuroso cada jornada, porque quería estar el mayor tiempo posible junto a los suyos. De lo segundo regresaba siempre con retraso porque le gustaba hacer bien su labor, de forma responsable.


En los comienzos de esa amistad tuve algún pequeño detalle con él, que mi labor de periodista me permitió conseguir sin esfuerzo alguno, pero que lo recibió como si me hubiera supuesto un trabajo excepcional. Así era de generoso a la hora de responder a lo que se hacía por él.


Los comienzos de mis vivencias en Moratalla constituyeron un viaje de ida, recorriendo un camino al que se asomaban cada vez más personas que me ofrecían su amistad. En la ida estaba la felicidad, la compañía, la mano generosa que ayudaba a recorrer ese trayecto y, también, los actos jubilosos de las celebraciones familiares o de los festejos populares. Ha pasado más de un cuarto de siglo, y a veces tengo la sensación de haber iniciado el camino de regreso, porque se van apagando definitivamente las voces de muchas de aquellas personas que nos acompañaron y a las que -al menos ese era mi deseo- acompañé.


Una de esas personas es esta a la que acabamos de decir adiós en una mañana fría y ventosa de un febrero recién inaugurado. El viejo roble, curtido en mil batallas, no ha podido superar esas limitaciones físicas que lo han tenido postrado en los últimos años. A él, que nunca se arredró ante nada. Quienes le conocían seguro que habrán imaginado de quién hablo. Pero digamos, como postrer homenaje -tan merecido-, que se llamaba Pedro José García y que nació -y murió- en Moratalla, este trozo de tierra murciana que comencé a recorrer hace ya tanto tiempo.