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Un emprendedor en plena postguerra

Cartagena, 21 de marzo de 2019

Obituario Tomás Martínez García

Tomás Martínez García falleció el sábado en Cartagena tras 97 intensos y felices años de vida. Nació en La Guía el 18 de agosto de 1921 y, tras unos primeros años de trabajo en el campo, a los 12 empezó a servir como ayudante de cocina en el colegio Maristas. La guerra le pilló aprendiendo el oficio de carpintero con un pariente y, poco después de que terminara la contienda, fue llamado a filas para hacer el servicio militar. Nada más llegar, se ofreció voluntario para ocupar un puesto de cocinero en el cañonero-minero 'Neptuno', recién botado. Allí, entre guiso y guiso, logró sobrevivir a la hambruna y la pobreza de la postguerra y ahorrar un poco de dinero para montar su primer negocio en cuanto se licenciara. Y lo consiguió.


Ese primer negocio fue una pequeña fonda en la calle del Carmen, pero solo necesitó unos meses para confirmar que lo suyo era la cocina. En 1944 abrió junto a la mujer de su vida, Antonia, la casa de comidas Casa Tomás. Su salón en el número 13 de la calle del Parque se convirtió pronto en uno de los principales puntos de encuentro de una ciudad que ya empezaba a resurgir de las cenizas. Allí acudían a almorzar, comer y cenar todos los días los propietarios de puestos de la lonja, los militares del Cuartel de Artillería, comerciales llegados desde todos los puntos de España y vecinos del centro. Tomás bajaba los precios a la gente sin recursos. Y a muchos, directamente, nunca les cobró nada.


En Casa Tomás crecieron sus dos hijas, Masi e Isabel. En el año 1963 tomó sus nombres para crear otro mítico negocio familiar de Cartagena, la zapatería Maysa, ubicada en la cercana calle San Fernando. El comercio tuvo tanto éxito que no era extraño que se formaran aglomeraciones de clientes en su interior. También en 1963 participó en la fundación de la Agrupación de la Aparición de Jesús a Santo Tomás, una de las primeras en incorporarse a la Cofradía del Resucitado. No se perdió su procesión hasta que la edad lo hizo imposible, pero se aseguró de que sus descendientes siguieran la tradición.


Tomás se fue el pasado sábado dejando un recuerdo de bondad y generosidad inigualable. No abandonó esa sonrisa nunca, ni siquiera cuando, ya superados los 90 años, su salud empezó a flaquear notablemente. Fue un ejemplo de dignidad hasta el último día para sus dos hijas, cinco nietos y diez bisnietos. Descanse en paz.