Un abaranero inquieto con vocación de servidor público
Murcia, 3 de agosto de 2015
Obituario. José Carrillo Gómez
La vocación de servicio a su pueblo ha marcado la trayectoria pública de José Carrillo Gómez, nacido en Abarán el 8 de noviembre de 1938 y fallecido la semana pasada en la clínica La Vega, de la capital murciana, víctima de una cruel enfermedad.
José Carrillo fue un hombre inquieto y preocupado por las cosas de su pueblo, y siempre con ese afán de servicio se inició en la enseñanza, a la que dedicó más de tres décadas de trabajo repartidas en sus diferentes destinos: en su querida Hoya del Campo, Blanca, Cieza, Jumilla, Caravaca de la Cruz y finalmente, y de nuevo, en Hoya del Campo, donde se jubiló. Fue en el colegio Santiago Apóstol (él aportó su granito de arena para su construcción) donde dejó su impronta de maestro de escuela y se ganó el cariño y reconocimiento de sus innumerables alumnos, a los que ayudó sobremanera. En más de una ocasión le han agradecido sus consejos y enseñanzas.
Otra de las ocupaciones de este hombre que, junto a su mujer María Carrasco, vivió entre Catral, Hoya del Campo y Abarán, fue la política. Fue concejal para todo en la primera legislatura democrática (1979-1983) con Antonio Morte como alcalde (UCD) y rodeado de compañeros como Martínez Sorio, Jorge Gómez, Trinidad Molina o Fernando Gómez, entre otros, que pueden dar testimonio de esta vocación de servidor público.
Quizás la mayor pasión de José Carrillo, tercero de siete hermanos, fue su familia: su inseparable y fiel esposa con la que se casó el 12 de septiembre de 1964 y celebró sus bodas de oro; sus tres hijas, Eva, María José y Begoña, pero sobre todo sus catorce nietos y un biznieto a los que adoraba. Durante toda su vida, fue un admirador de la Guardia Civil, de hecho su padre llegó a ser capitán. Y su presencia en el cuartel con motivo de la festividad de la Virgen del Pilar, patrona de la Benemérita, era muy esperada, con unos discursos muy sentidos en defensa del cuerpo que emocionaban a más de uno.
Varias eran las aficiones de este hombre, muy amigo de sus amigos y que ayudó a muchísima gente: escribir, pintar y, sobre todo, la agricultura, a la que dedicó los últimos años de su vida en su casa de La Serrana cuidando de su pequeño huerto. Unos de sus amigos, Joaquín Martínez Sorio, que le visitó en la clínica el pasado 16 de julio, ya no podrá cumplir la promesa que le hizo de verlo de nuevo antes de irse a la playa como era su deseo.