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Mª ISABEL BASTIDA MARTÍNEZ, UNA AMIGA DE SIEMPRE Y PARA SIEMPRE

Murcia, 18 de octubre de 2020

El pasado 19 de mayo de este 2020 dejaba de acompañarnos Isabel Bastida. Su corazón dejó de latir justamente a las 21.40 horas, a dos horas y veinte minutos del día 20, onomástica de la Ascensión del Señor a los Cielos. ¿Estaba esperando a morirse para irse con Él?

Isabel ha sido una mujer testimonial, muy coherente con sus principios e ideales, integra; la compenetración con sus amigos, nietos, hijos y esposo ha sido perfecta y total; todos la hemos querido mucho.

La sociedad con su marido Pepe ha durado solamente 60 años. Sesenta años de un intenso amor y felicidad; de esta sociedad conyugal han salido sus tres hijos y siete nietos, quienes han sido el gran amor de su vida.

Resaltar las virtudes de Isabel Bastida llevaría llenar varias hojas de este periódico, cosa imposible, pero hay que destacar cómo ha llevado la enfermedad, con la actitud de una verdadera cristiana, hasta el punto de no manifestar muchas veces sus dolores para no hacer sufrir a sus acompañantes.

Siempre ha llevado una vida ancha y profunda de darse a los demás, habiendo pertenecido con puestos de relevancia en varias asociaciones (Teléfono de la Esperanza, Asociación Contra el Cáncer, Hospitalidad de Lourdes, Cursillos de Cristiandad, Carismáticos, y formó parte activa del Patronato de Jesús Abandonado) y en todos ellos había un denominador común: darse a los demás, dando a conocer el Reino de Dios. Siempre conservó un elevado concepto de la amistad.

En todas sus actuaciones destacaba la rapidez de reflejos y la agudeza de ingenio; fue una mujer de un finísimo sentido del humor a pesar del castigo de la enfermedad presente en su vida y, pese a ello, siempre ha dado una gran lección de ganas de vivir y de fe. Fue una profunda enamorada y conocedora de Murcia, sus costumbres y sus tradiciones. Dejó una huella imborrable y digna de imitar.

Hoy hemos superado lo que ayer dolió y brindamos por los que han sabido dejar una huella en nuestras vidas, por los que partieron pero se quedaron en nuestro corazón y por las lecciones aprendidas de convivencia y amor: eso nos has dejado tú, Isabel.

Nuestra fe nos dice que ahora estás con el Padre y nos volveremos a encontrar cuando Dios así lo disponga. No te decimos adiós, sino hasta siempre.