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Juncal sin pretenderlo

Murcia, 30 de noviembre de 2009

En España, al menos, desde el pasado siglo, Juan Ramón es nombre de poeta universal. No obstante, para quien suscribe, lo mismo que para tantos amigos, Juan Ramón era, sobre todo, alguien entrañable. El nuestro se apellidaba Sánchez Ruiz y vivió muchos años entre el Campo de San Juan y Murcia, con parada y fonda en Caravaca. Falleció hace unas semanas, a los 81 años, en la ciudad de la Cruz, en su tierra, donde elaboraba esencias y repartía simpatía y bondad.

Estudió en Barcelona, fue químico de profesión, y pintor, poeta y taurino por devoción. Su inquietud cultural le acercó a los ambientes artísticos, donde labró amistades sinceras, que cultivó toda su vida. Como era de carácter abierto, le resultaba fácil entablar diálogo con cualquiera, si bien sabía distinguir el grano de la paja, por lo que considerarte amigo suyo era un atrevimiento, salvo que él te lo demostrara.

Tenía Juan Ramón las señas de identidad propias de la cultura mediterránea, aunque, aparentemente, fuese hombre más de tierra adentro que de litoral, lo cual no le impedía disfrutar la vida en cada momento y apreciar el sabor y el olor de lo auténtico y de lo trascendente. Su sensibilidad artística le servía para valorar la belleza y la hermosura en sus múltiples expresiones.

Una de sus grandes pasiones fueron los toros. Y, de hecho, fue empresario taurino en los tiempos de Manuel Cascales, padre. Después, siguió ligado a la fiesta brava como aficionado por toda España y, muy especialmente, por el sur. No ocultaba su amor por Andalucía, pues, no en vano, él había nacido en Málaga, aunque su familia se trasladó pronto a Murcia. Por esa razón y, quizás por otras ligadas al encanto y al duende de la tierra andaluza, él viajaba con frecuencia por allí.

A mi me recordaba a Juncal, el inolvidable personaje televisivo, que bordó Paco Rabal, como tantos de su carrera. Tenía un aire al viejo torero, aunque, quizás, con menos gramática parda y más señorío y empaque cultural.

Deja numerosos amigos en el mundillo taurino, que, como todos, habrán sentido hondamente su 'marcha'. Si hay que citar a uno, singular, sencillo y entrañable como él, murciano por los cuatro costados, me quedo con José Cañas 'Cañitas', torero y amigo del alma de Juan Ramón. A buen seguro que el bueno de Cañas habrá sentido su muerte como algo muy cercano. Otros, que no disfrutamos tanto de su compañía, nos hemos quedado un poco más solos todavía, como suele pasar cuando se pierde a un amigo.

«Ponme vino, montañés, que lo paga Luis de Vargas», era una de sus frases favoritas cuando compartía barra o mesa con su gente. Nunca le pregunté quién era el autor de la expresión, quizás algún poeta andaluz, a los que frecuentemente citaba. Me atrevo a escribir el nombre de Fernando Villalón. Lo cierto es que la peña de amigos nos la apropiamos y ya se ha convertido en una forma clásica de pedir más vino al camarero. Desde que 'se fue' Juan Ramón, la petición es también un sencillo homenaje al amigo ausente.

En los últimos años, cuando venía a Murcia se hospedaba en La Huertanica, donde le atendían como en su casa los hermanos González Frutos, Emilio y Mariano, propietarios del histórico y murcianísimo establecimiento. Allí tuve la suerte de conocerle y en su barra charlamos más de lo humano que de lo divino. En el mismo lugar disfruté del exquisito trato de su hermano Joaquín, a quien, desde estas líneas, transmito el pésame más sincero.

Luis Orche es periodista.