Grande desde la sencillez
Murcia, 29 de abril de 2020
Obituario Antonio Carrelón Velandrino
Con el confinamiento no nos podemos despedir de nuestros seres queridos que fallecen, creándose una sensación triste que nos traquetea en lo más hondo. El lunes, un correo inoportuno me quebró la tarde comunicando el fallecimiento de Antonio Carrelón Velandrino, profesor jubilado del departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia (UMU). Un formador de generaciones de maestros y maestras, una persona muy querida, un excelente compañero.
Antonio nació en Abarán en 1935, estudió Magisterio y Pedagogía, ejerció de maestro, posteriormente ganó oposiciones al Cuerpo de Directores Escolares, estuvo de director en el colegio de prácticas María Maroto de Murcia y se incorporó en 1973 a la Escuela de Magisterio, donde posteriormente accedió a profesor titular de Escuela Universitaria de Didáctica y Organización Escolar. Se dedicó a la docencia hasta 2005, en que se jubiló. Entre sus libros destacan 'Compendio doctrinal de una Reforma', 'Normas para el correcto funcionamiento de los centros de educación infantil y primaria' y 'Fundamentos pedagógicos de la Ley orgánica de participación, la evaluación y el gobierno de los centros docentes'.
Los que conocimos a Antonio Carrelón sabemos de sus virtudes, de su gran corazón y de su generosidad. Con él hemos compartido buenos ratos, hablando de lo importante, y comprobamos cómo compartía su tiempo sin distancias, fiel valedor de su bonhomía, que practicaba entre una amplia gama de personas diferentes, desde empresarios, médicos, docentes y periodistas hasta personas sencillas que acudían a su amparo.
Desde hace ya algún tiempo, le echábamos de menos. Su ausencia era manifiesta en aquella terraza del Arco, en la que en tantas ocasiones disfrutaba tertuliando, porque no había quien le ganara con la charla sosegada, y no digamos, como bien lo retrató el maestro García Martínez en su Zarabanda, su generosidad a la hora de pagar antes que nadie, con esa mirada cercana y sonrisa respetuosa.
Ahora, cuando todo se ha complicado, creo que ha cumplido su sueño, marchándose en silencio, para encontrarse, sin hacer ruido, con sus Hipólito y Úrsula, que le esperarán con los brazos abiertos. Cuando un amigo se va queda un espacio vacío que solo lo puede llenar el recuerdo vivo de quienes compartimos su amistad. Descanse en paz.
JAVIER BALLESTA