Diez años con Demetrio
Murcia, 25 de junio de 2018
Obituario. Demetrio Gómez Pérez
Cuando uno se encuentra en su casa un sábado, preparándose para viajar hacia una playa cercana, y le dan la noticia de que un gran amigo del alma, Demetrio Gómez Pérez, acaba de fallecer, una serie de sensaciones le recorren el cuerpo. Todas ellas coinciden en, al principio, ejercer la negación: ¡No me lo puedo creer! Pero, por desgracia, va pasando el tiempo acompañado de un temblor de piernas, y un sudor frío que, poco a poco, te van enfrentando a la cruda realidad. ¡Qué mal! Han pasado unas horas y todavía sigo en estado de 'shock'.
Es muy grave, lamentable e inolvidable la pérdida humana que hemos sufrido, principalmente su familia, por supuesto, pero también un gran número de compañeros de la Facultad de Química y, en general, de toda la Universidad de Murcia. También de la Politécnica de Cartagena, porque tenía excelentes amigos en las dos instituciones.
Demetrio, de aspecto inmutable, para el que aparentemente no pasaba el tiempo, fue uno de mis profesores en la especialidad de Química Técnica de la licenciatura en Ciencias Químicas. Coincidí con él jugando al fútbol en aquel equipo, si no me equivoco, emanado del departamento de Química Técnica, actualmente Ingeniería Química.
Pero nuestra relación más intensa se produjo cuando, en 1992, decidí presentar mi candidatura a decano de la Facultad. Muchas personas me animaron, entre ellas, el propio Demetrio. En aquel equipo inicial, ya formaba parte Demetrio, convertido en persona de mi confianza. Todo lo suyo lo hacía bien, pero también estaba siempre al quite para cualquier problema que se nos escapara. Tenía un gran olfato para detectar las cosas que se rompían, las grietas que aparecían. Alguna vez he llegado a pensar que disponía de un sensor que le avisaba de las roturas antes de que aparecieran.
Tras estos dos años, vinieron ocho más, y de nuevo con él como persona de la máxima confianza. Tenía una gran habilidad para apagar todos los fuegos, los suyos y los ajenos, y siempre con una amabilidad y eficacia dignas de admiración y cariño. Su faceta humana pude vivirla en toda su extensión. Así, cuando intuía que podía estar algo desanimado por el devenir de algunos acontecimientos, inmediatamente aparecía a mi lado para darme sus palabras de ánimo junto con su compromiso de hacer gestiones para resolver algún problema enquistado. Y no fallaba, mano de santo, no había persona que agrupara más consenso en la facultad, ¿tenía algún discrepante? La respuesta indudable es no.
Su forma de gestionar, de hacer bien su trabajo, su generosidad, su afabilidad, tuvo su repercusión en nuestra UMU. Así, con posterioridad, se le concedió de forma más que merecida el Premio Loustau y, posteriormente, ocupó, con la eficacia y buen hacer de siempre, el cargo de Coordinador de Campus. Hace unos años, creo que tres, se jubiló y hoy, sábado 23 de julio, ya no está entre nosotros. ¡Qué horrible pérdida! Le quedará la altísima consideración de sus compañeros de facultad y universidad, y ocupará un lugar de privilegio en la historia de la actual Facultad de Química.
Que la tierra te sea leve. Hasta siempre Demetrio. Amigo del alma.
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