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Adiós a una persona inolvidable

Otras localidades, 4 de junio de 2022

Los amigos son partes de nuestra vida que se desprenden y que, como las heridas, duelen y tardan en cicatrizar. Unas más que otras. Paco Campillo Larios ha sido alguien que se ganó el afecto y el respeto social. Y lo consiguió por su bondad, sensatez y predisposición a compartir las exigencias del mundo actual. Con su familia, primero, y después, con todos aquellos que disfrutamos de su amistad y cercanía por motivos personales, laborales y profesionales.
Murciano de pura cepa, se crió en el barrio de El Carmen y estudió el Bachillerato en el Instituto Alfonso X El Sabio. Un tiempo, el estudiantil, del que conservó varios amigos, de los de toda la vida, que han sentido especialmente su fallecimiento. Tras superar la enseñanza media con becas, Paco decidió continuar su aprendizaje en la Universidad, y marchó a Valencia para matricularse en la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos, donde se graduó a mediados de los setenta.
Con el título de ingeniero agrónomo comenzó su andadura laboral en el sector bancario, en Cataluña, de donde pronto se trasladó a la zona levantina hasta volver a Murcia, ya en el Banco de Santander. Su empleo bancario lo compaginó con la creación, mediados los ochenta, junto con su hermano Antonio, de la Academia Larios. Ni más ni menos que en la plaza de Santo Domingo.
De esa forma, por la mañana en el Banco y por la tarde en la Academia, se estableció en Murcia, donde se casó y formó una familia, con su mujer, Aurora, y sus hijas, Aurora y Raquel. De la primera tuvo dos nietas, Claudia y Paula, que, como abuelo, le estaban brindando años de felicidad. Precisamente, cuando ya jubilado, disfrutaba con ellas y de su merecido descanso laboral.
Paco era un hombre culto, metódico. Aunque no se dedicó a desarrollar sus conocimientos en el área agronómica, mantenía relaciones con otros compañeros de titulación, merced a las actividades del Colegio Profesional de Ingenieros Agrónomos de Murcia. Participaba en actividades colegiales, y no se perdía el encuentro anual del Día del Patrón. Su fallecimiento fue muy sentido por los amigos del Colegio. Y, además de sus inquietudes empresariales derivadas de la academia, le apasionaba el mundo financiero. Y sobre todo, el funcionamiento de la Bolsa. Estaba al día de sus movimientos, de las subidas y bajadas, y sus amigos no dudábamos en consultarle cuestiones, ni él aconsejarnos sobre la materia.
Saboreaba la vida de manera sosegada y alternaba sus horas de trabajo en el despacho con otras de ejercicio, como las caminatas. También practicaba natación en la piscina municipal, actividad que incrementaba en julio y agosto en Campoamor.
En la ciudad, a media tarde, solía recorrer diariamente el paseo de Alfonso X El Sabio para acudir a la academia, zona, igualmente, de ocio los fines de semana, y, sobre todo, el sábado, donde tomar el aperitivo, mientras, sin estridencias, charlaba con los amigos en el Café Bar, reservando el domingo para la familia. Paco formaba parte del paisaje urbano; su templanza y mesura no pasaban desapercibidas. Con frecuencia continuaba los aperitivos en el restaurante Morales.
Era una persona de mentalidad progresista, abierto a polemizar políticamente, sin dogmatismos. Estaba al tanto de las nuevas tecnologías, le gustaba el cine y le encantaba el fútbol, empezando por el Real Murcia, club de sus amores, y, a nivel nacional, el Barça. Por ello, todos hemos sentido que no haya podido disfrutar con el reciente ascenso del conjunto pimentonero. Celebración que hizo tantas veces, como socio del histórico club de la Puerta de Orihuela, hoy titular del estadio Nueva Condomina. La fatalidad le privó, por unas horas, del acontecimiento.
Sería justo que, como se acostumbra, cuando empiece la próxima temporada futbolística, se dedicase un minuto de silencio por el socio murcianista, Francisco Campillo Larios. Lo pido como amigo y aficionado. Él, Paco, por su fidelidad al club y sus colores, lo merece como el que más.